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Pedro Bonet: “El Barroco es mucho más cercano a nuestra cultura que a la de otros países de Europa”

Pedro Bonet, catedrático de flauta de pico

por Mercedes Temboury
16 de marzo de 2025
en Segovia
Pedro Bonet por Pilar Bonet
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—Es usted fundador del grupo de música barroca La Folia y catedrático de flauta de pico en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Dada la larga trayectoria de su grupo La Folía ¿Por qué lo fundó? ¿Qué buscaba?

—Fundé La Folía en Madrid en noviembre de 1977 para tocar el repertorio musical del Barroco con criterios filológicos e instrumentos en su forma de época. Pese a que actualmente hay una generación de intérpretes, formaciones y gestores españoles que juegan con la ilusión de haber descubierto esta corriente interpretativa de manera relativamente reciente, en aquel momento –hará pronto cincuenta años– consideré que se trataba de algo que se venía haciendo ya con calidad en el extranjero y que, en este sentido, no lo estábamos inventando sino adoptando una línea interpretativa que resultaba atractiva. No me parecía necesario hacer bandera de ello y me planteaba que la riqueza podía estar más bien en el diálogo y coexistencia de diferentes tendencias musicales que no tenían por qué ser incompatibles ni excluyentes entre sí. Mi máxima era más bien el “busque, compare y elija”, pero sin necesidad de denostar otras posibles opciones. Entretanto se ha podido ver que el mercado de lo que se ha venido a llamar “música antigua” (aunque yo he sentido siempre la música barroca como cargada de modernidad) conlleva también intereses muy parciales y espúreos; esa es una parte que no me interesa nada y que resta desde mi punto de vista veracidad al desempeño artístico.

—¿Cómo valora la cultura musical en España?

—La cultura musical creo que no es mala. El problema es que no hay suficiente retorno económico de los esfuerzos que realizan quienes se dedican a estas materias, no solo a la música sino a la cultura en general, ello, por cierto, obviando la importancia cada vez mayor que tienen en el PIB. Esta situación, combinada con otros problemas sociales como el actualmente muy candente de la vivienda, hace que no sea fácil para los jóvenes plantearse llevar a cabo una carrera satisfactoria en nuestro país, y muchos de ellos marchan por ello fuera, donde son más apreciados y reciben retribuciones más acordes al desempeño profesional de que se trata. De una manera general, considero que España no tiene un comportamiento coherente con el lugar que realmente ocupa en el escalafón de las economías mundiales, y esto es un error y una barrera que va minando nuestro propio crecimiento y desarrollo, centrado en una industria turística basada principalmente en una hostelería que, además, no es atractiva desde el punto de vista laboral. No obstante hay que destacar que a lo largo de varias décadas se ha creado una buena red de auditorios y salas de concierto, algo que permite favorecer la difusión musical si se ponen los medios.

—Aunque hemos mejorado, ¿qué nos separa aún de países como Alemania o Austria en cultura musical?

—Creo que me faltan elementos para hacer esa valoración. Por mi parte, cuando terminé en España la carrera de flauta de pico me fui a hacer perfeccionamiento a Holanda, atraído por su excelente escuela de mi instrumento y de interpretación de música barroca. Allí trabajé con muy buenos maestros y tuve acceso a técnicas e informaciones valiosas. Aun así, sentí como español que había una contradicción en pretender profundizar en los presupuestos del estilo barroco –de raigambre altamente contrarreformista– en una tierra en la que hizo gran mella el espíritu de Calvino. Su sistema educativo, de mentalidad menos “barroca” y por ello más sencillo, sintoniza con el klaar denken, el “pensamiento claro holandés”, y fue una buena alternativa, al igual que lo está siendo para muchos instrumentistas dedicados a especialidades de las llamadas “modernas”.

—¿Hay suficiente conocimiento de la música barroca en España?

—Sí, sin duda. Como le decía, de manera natural el Barroco es mucho más cercano a nuestra cultura y a nuestra manera de pensar que a la de otros países del centro o del norte de Europa. Sin embargo, hay tendencia en el sur de Europa a mantener una falta de apego a lo propio que lleva a considerar mejor lo de afuera y a dejarse colonizar por ello. Esto fomenta, muchas veces, que se haga una mera imitación de lo ajeno con la que se pierde la oportunidad de desarrollar una línea propia, en el fondo más coherente con unos presupuestos artísticos que podemos aspirar a desarrollar de manera mucho más personalizada, algo en lo que con La Folía he puesto y sigo poniendo siempre el empeño.

—¿Existe una herencia musical barroca propiamente hispana?

—Sí, por supuesto. En este tema debemos distinguir por épocas: el primer barroco nació en torno a 1600 en Italia, una península con la que teníamos mucha interrelación. Es cierto que, tras las políticas matrimoniales de los Reyes Católicos, al igual que en buena parte de la centuria anterior, en el siglo XVII reinaron aquí los Habsburgo, que aportaron influencias flamencas y germanas a la vez que tuvieron también enlaces dinásticos con Francia. En ese período se observa sin embargo el desarrollo de una música típicamente hispana, con una estética y una rítmica muy características, en la que se pueden además pergeñar influencias venidas de una América con la que fueron constantes las idas y venidas a partir del primer viaje de Cristóbal Colón. En el siglo XVIII, sin embargo, aparte de un refuerzo de la influencia francesa con la llegada de Felipe V, primer rey Borbón de España que se había criado en Versalles, la influencia musical italiana se va a imponer internacionalmente, no solo en el Viejo, sino también en el Nuevo Continente.

—¿Qué reinos españoles, virreinatos o territorios americanos tienen una tradición musical más rica?

—En el continente americano debemos distinguir tres diferentes tradiciones que se mestizaron: la autóctona –si bien la música precolombina no disponía, que sepamos, de un sistema de notación–, la hispana –pues esos territorios, tras la llegada de los conquistadores, pasaron a formar parte en lo civil y en lo religioso de la estructura administrativa de la monarquía española, que tenía en la iglesia un patrón musical muy notable– y la africana, a través de una terrible deportación esclavista que alcanzó enormes proporciones. En todos los virreinatos españoles hubo una vida musical muy rica y allí destacan los virreinatos de Nueva España (el actual México) y de Perú, pero también otras zonas de influencia como Tierra Firme (Panamá), Nueva Granada (Colombia) o La Plata (Paraguay, Argentina). Hay que señalar además que, ante las enormes pérdidas patrimoniales sufridas en la península –en el incendio del Alcázar Real de Madrid en 1734, el terremoto de Lisboa de 1755 o la Guerra Civil Española–, los archivos americanos actúan muchas veces como copia de seguridad de lo que aquí nos falta.

—¿Ha trabajado en recuperar patrimonio musical español o hispano desconocido?

—Sí, cuando ha hecho falta he recurrido a algunos archivos para desempolvar determinadas obras en relación con proyectos específicos, pero en general confío en la división del trabajo y aprovecho las labores de investigación y transcripción que llevan a cabo los musicólogos. Desde mediados del siglo XIX forman una amplia comunidad cuyos trabajos y ediciones lleva tiempo también encontrar, manejar y conocer. En este sentido, lo que caracteriza mi labor con La Folía, tanto en los conciertos como en nuestra discografía –aparte de tratar de profundizar en un estilo interpretativo hispánicamente orientado de nuestra música–, es la de poner el repertorio en contexto –es el título de mi tesis doctoral, Música y contexto–, a menudo con un sesgo interdisciplinar que me ha llevado a incidir no solo en determinados personajes o hechos históricos, de manera conmemorativa o no, sino también en las relaciones con otras artes e hitos culturales como la literatura, la pintura, el pensamiento o el progreso científico.

—¿Cómo cree que se podría mejorar la enseñanza de la música?

—Pienso que la enseñanza musical no está mal estructurada desde el punto de vista de la adquisición de las competencias necesarias para un desempeño profesional. Quizá lo que habría que reforzar más es una conciencia de gremio y la importancia de priorizar valores éticos para lograr interpretaciones plenas y un desarrollo armónico de las actividades del sector. Muchas veces tenemos la culpa los propios músicos de los males que nos afectan, por ejemplo aceptando trabajos poco o nada remunerados –debo aclarar que, desde que tenía 18 años, no ha sido mi caso–, sintiéndonos ufanos al inicio de nuestras carreras porque pensamos, al avenirnos a ello, que nos estamos abriendo camino, o negándonos, cuando puntualmente ha habido disposición de las autoridades a dar el paso, a integrarnos en una universidad que, aunque hoy día demasiado burocratizada, podría reforzar los logros de nuestras enseñanzas superiores.

El grupo de música barroca La Folía, conducido por Pedro Bonet, nació en 1977.
El grupo de música barroca La Folía, conducido por Pedro Bonet, nació en 1977.

—¿Qué instrumentos prefieren los alumnos actuales y a qué tradiciones musicales son más sensibles los jóvenes músicos?

—Creo que no soy la persona más indicada para responder a esta pregunta, pues llevo unos años apartado de la docencia regular y, además, la he desarrollado en un ámbito muy preciso, el de un departamento de enseñanza superior de la ya mencionada “Música Antigua”. Los alumnos que allí llegan son sujetos que cuentan eventualmente con algo más de edad y a menudo tienen experiencia previa en otros ámbitos de la música, notablemente en algún instrumento de los llamados “modernos” que les ha llevado al que abordan con nosotros en su forma de época. La interpretación históricamente informada que practicamos, esta vía que abracé hace años (el pasado 6 de febrero celebré mis 50 años de escenarios) es en todo caso una propuesta atractiva que goza además de buena salud en las programaciones musicales, si obviamos las problemáticas generales de consideración de la cultura a las que hacía referencia hace un rato.

—¿Dónde tiene mejor recepción su repertorio?

—Como estaba diciendo, la música barroca, medieval o renacentista (hace tiempo que en La Folía hemos ampliado a esos otros repertorios igualmente), goza de buena salud en las programaciones. Quedó atrás el tiempo en que resultaba exótico poder escuchar repertorio interpretado con criterios filológicos e instrumentos en su forma de época. Incluso se han invertido las tornas y a veces lo que cuesta es poder escuchar a Bach interpretado en piano en lugar de clave, algo que antes contaba también con una larga tradición. Ahora, el que podríamos llamar “gran público” se ha familiarizado con nuestras prácticas y el peligro puede estar en cambio en una excesiva institucionalización que dé lugar a interpretaciones demasiado estandarizadas a las que les falte soplo creativo y originalidad, algo contra lo que, como he señalado ya, procuro siempre mantenerme atento en los aconteceres interpretativos de La Folía.

—¿Qué patrimonio desconocido está investigando o divulgando ahora?

—Nuestro próximo proyecto importante es el estreno de un programa dedicado a música sacra por las vías de América y Oriente, que interpretaremos en la 62 Semana de Música Religiosa de Cuenca el próximo 14 de abril con un elenco de dos sopranos acompañadas por un cuarteto instrumental con dos flautas de pico, viola de gama y cuerda pulsada. En él se va a cantar en diversas lenguas, entre las que se incluyen moxica, chino y japonés, y también se va a estrenar la primera parte de la obra de nueva creación, El velo y la amistad, del compositor David Ruiz Molina sobre libreto de Fernando Vidal, donde se glosa la relación entre el misionero jesuita de Valdemoro Diego de Pantoja, que residió en Pekín entre 1601 y 1617, y el emperador chino Wanli, a cuyos eunucos instruyó el español para tocar el clave. Nuestra línea dedicada al encargo y estreno de música contemporánea compuesta para los mismos elencos con que interpretamos el repertorio histórico comenzó en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada del año 2000, y considero que no hay mejor manera de entender la relatividad de la pretendida “interpretación auténtica” de la música pretérita que la de colaborar con compositores actuales, a los que sí puedes llamar por teléfono para hacerles preguntas sobre sus obras, algo que no es posible a la hora de tomar decisiones respecto a las piezas de un pasado más lejano.

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