Pregunta para ‘pillar’ ¿Cuántos de los/las que están al otro ‘lao’ saben cuándo se instalaron en Segovia las tuberías de conducción de agua a presión? Pues… nada más iniciarse el siglo XX, sin que por ello el agua de ‘la Puente Seca’ (Acueducto), dejará de ser partícipe en la comida y bebida de los vecinos.
Al hilo de lo escrito también sabrá que desde que los romanos abrieron el ‘grifo’ y dieron paso al líquido, de dicha agua se surtían los barrios y pobladores de San Salvador, San Justo, Santa Columba, Santa Eulalia y todos los que habitaban en lo alto. No así los de San Millán y San Clemente a los que surtía el Clamores. También los de San Lorenzo y San Marcos que tenían al ladito el Eresma. El único núcleo poblado que se quedaba aislado del referido mapa era Santo Tomás, que estaba lejos, pero lejos, de cualquier servicio.
Prosigo. El Ayuntamiento, a los efectos, había encargado a una fábrica de Barcelona una remesa de ‘tubería de presión’, confeccionada de hierro asfáltico, que habría de servir para conducir el agua potable. Desde ese momento se comenzaron a abrir zanjas por determinadas calles de la ciudad, todas ellas situadas en los arrabales.
La primera en abrirse fue la que comenzó en la esquina de Gascos, continuando por las de Fernán García, paralela al edificio romano, Romero (hoy Almira) y, cruzando por el arco del Acueducto frente a la Academia, continuó ‘pa’ arriba hasta llegar al ‘arquetón’ de Chamberí, habiendo pasado por el fielato de Cañuelos y la Plaza de Toros.
Los del Ayuntamiento, con buen criterio y adelantándose a necesidades posteriores, hicieron saber al vecindario: ‘Llevándose a efecto las obras de conducción de agua potable, nos dirigimos a los pobladores de las zonas por las que discurrirá, que si quieren solicitar mercedes de agua lo hagan ahora, pues ello les ocasionara menores gastos’. Bien visto.
A finales de julio de 1906 da comienzo la obra de canalización en la zona amurallada. Se inicia en las ‘Cuatro Calles’ (1) (Plaza de la Rubia para abreviar). Dado que esa zona era la más comercial y la de mayor tráfico, también los representantes de la ciudad pusieron en valor su buen criterio. Así, con objeto de de no obstruir el tráfico, el Consistorio acuerda que los trabajos de la cañería de presión se realizarán por la noche. Es posible que en el Ayuntamiento se conociera que esa modalidad de trabajo nocturno había sido primicia del Ayuntamiento de París unos años antes.
Cuatro notas ‘pa’ nota.
Una. Siendo alcalde por vez primera, pues repitió, Rufino Arango Gómez, en una de las sesiones del excelentísimo, el concejal delegado de Cultura señor Santiuste presentó informe y resultados de los exámenes de los alumnos de la escuela de adultos dependiente de la Ciudad. El debate fue corto. Se acordó la clausura temporal de la Escuela.
Dos. Corrida de toros de San Pedro, 1906, que organiza, a ganancias –va a ser que no-, y pérdidas- seguro-, el Ayuntamiento. Una ciudadana, observando que los toreros tenían ‘gancho’ se colocó el vestido de la reventa, compró ‘kilo y medio’ de billetes (entradas) por su cuenta y riesgo y se quedó con más de la mitad. Sin solución de ‘continuidad’ y empleando el ‘por-si-acaso’, presentó escrito en el Ayuntamiento en el que pidió a este que se hiciera cargo del ‘papel no vendido’, pues era una gran pérdida económica para ella’.
Empleando la lógica ¿qué cree usted que decidieron los representantes de la ciudad?… Con números económicos que a ‘toro pasao’ se ofrecieron sobre la corrida, la Ciudad había perdido 5.960 pesetas de un gasto total de 22.078. Y que ‘ca cual’ –puede que dijeran- se lama sus heridas.
Tres. Vuelve a ser protagonista el señor Santiuste. En la sesión permanente de julio de 1906, formula la siguiente pregunta -¿‘capciosa’?- (2) al alcalde: ‘¿qué se sabe del boceto del monumento a Juan Bravo, obra de Aniceto Marinas? Se lo pregunto porque las noticias que tengo señalan que se encuentra arrinconado y destrozado en una dependencia de este Ayuntamiento’.
El alcalde, como no podía ser de otra forma, dispone que en el momento que se encuentre sea reparado. Comprometiéndose a que una vez restaurado sea colocado en lugar preferente del Ayuntamiento. Así se hizo. El restaurador fue el también segoviano Toribio García.
Cuarta. ¡Esta sí que es buena! En otra sesión del mismo año –que dio ‘pa’ mucho-, los concejales Carretero, Baeza y Berrocal, presentan una moción para debatir, por la que solicitan que se cambie el nombre de la calle Obispo Quesada por el de Oliverio Cromwell. Aquello era –como ocurre con algunos ríos- salirse de madre. La mayoría de los concejales cuando la petición se leyó se quedaron mirando a Miranda. Sucedió que ni durante la lectura de la solicitud, ni después tampoco, los firmantes se presentaron ni justificaron la causa.
Pero ¿Quién era Oliverio? Pues, un célebre revolucionario inglés que a los referidos ediles les ‘caía’ bien. Uno de los periódicos de la ciudad firmó un duro editorial bajo el titular ‘Primero concejales de Segovia, antes que concejales de la república’.
Aquello se quedo en ‘anécdota’ por motivos de ausencia. Lo que en el argot popular se entiende como ‘tirar la piedra y esconder la mano’. Y no, no era el día de los Inocentes.
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(1)Hasta 1325 –lo ha dejado escrito J.A. Ruiz-, esta zona era conocida como Plazuela de Los Altares. Allí estuvieron las carnicerías mayores desde 1387; la oficina donde se depositaban las mercaderías comestibles, antes de que fueran puestas a la venta, y la media docena de carnicerías que eran propiedad del Cabildo. Las calles que ‘adornaban’ la descrita zona eran la actual Herrería, Carnicería, Carroneria, Escudería, El Corral del Vainero, Cabriteria, Zapatería Vieja, Cilla Nueva… La actual Cabriteria era la calle de los judíos. En ellas se encontraba todo el ‘meollo’ económico de la ciudad.
(2)Dicho de una pregunta, de una argumentación, sugerencia… que se hace para arrancar al que va formulada una respuesta que pueda comprometerlo, o que favorezca propósitos de quien la fórmula (RAE).
