Es buena noticia que a partir de mañana se puedan visitar iglesias y ermitas de la provincia que por lo general quedan ocultas a ojos del viajero, a no ser que este aproveche alguna celebración litúrgica y mire de soslayo para no molestar, o se anticipe en unos minutos al comienzo de la misa. En ocasiones, y en los pueblos, son los párrocos los que, después de comprobar que las intenciones no son aviesas, con gusto acompañan al interior de una ermita o de una iglesia alejada.
España es un país en el que las iglesias no suelen estar muy disponibles para ser contempladas. Nada que ver, por ejemplo, con Italia –y sobre todo con Roma- en donde los templos permanecen abiertos la mayor parte del día. En muchos lugares alguno de sus tesoros se mantiene tan oculto que la propia gente de la ciudad lo desconoce, o ya no lo recuerda. En Segovia ocurre con las destacables pinturas murales góticas de San Clemente. El magnífico Árbol de Jesé que culmina en una insólita Maiestas Mariae sobre la bóveda del tramo del presbiterio es muy difícil de admirar. Las explicaciones que me han dado varían pero ni una de ellas carece de solución. Es una pena que toda una generación se pierda la lectura e interpretación iconológica de estas pinturas. Sería deseable incluso que con ocasión del Adviento alguna liturgia se celebrara para conmemorar el canto que la obra realiza. Mientras esperamos la oportunidad, estará bien aprovechar hasta el 13 de septiembre este acuerdo entre la Diócesis de Segovia y la Consejería de Cultura y Turismo para visitar otros recintos. Segovia puede presumir de muchas cosas, y entre ellas de su patrimonio eclesiástico. En ese campo bien le va a ella el antiguo apodo: Segovia, la harta.
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