No viene a ser menor el problema de logística que tienen planteado la Junta Electoral Central y Correos derivado del retraso en la entrega de documentación a los interesados en ejercer su derecho de sufragio por el procedimiento a distancia (es decir el voto por correo) para las elecciones generales del 23 de Julio. Y hablamos-según testifica aquélla- que hasta el 20 de Julio es el plazo para la formalización del voto por los solicitantes, sin que la JEC ante esa perentoriedad admita ninguna posibilidad de ampliar ese plazo como ha sugerido el PP consciente de la crisis que la demora puede suponer. Tan es así que si como parece “pudiera haber un solo español que no pudiera ejercer su derecho al voto, por causas no imputables a él, las elecciones no serían válidas y tendría que paralizarse hasta que el Estado pudiera garantizar que todos aquellos que tengan derecho a votar puedan hacerlo”. Lo cual, a la vista del grueso volumen de documentaciones retrasadas parece un tanto problemático su cumplimiento puntual, por lo que urgentemente habrían de adoptarse medidas excepcionales que pudieran hacer frente a un caos de estrategia que pudiera derivar en un acto de ilegitimidad y, en consecuencia, a una obligada paralización del ejercicio convocado.
Como quiera que –según parece- ni con la contratación de más personal ocasional de reparto que pudieran incluso cartear el reparto nocturnamente, ni contemplada por rechazo la fórmula de ampliar los plazos, sólo cabría la posibilidad, en mi opinión, de facilitar (aunque también sé que no se contempla en las normas) que los ciudadanos privados de la correspondiente documentación por el tiempo, tuvieran la posibilidad extraordinaria de poder votar presencialmente, controlándose –claro está- cualquier viso de picaresca escasamente democrática de duplicar su acceso a las urnas. Que para eso están la Mesa y los interventores. No se ve ninguna otra fórmula de que la ciudadanía afectada pueda ejercer su derecho de sufragio conculcado por una falta de previsión y logística que no le es imputable. Salvo un milagro, los próximos días pueden ser de gran agitación, ante un acto de singular relieve como lo que puede ser nada menos que un cambio de Gobierno que Europa –sobre todo- está mirando con no poca expectación. Ya veremos.
