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El Árbol de Navidad

Los puristas, entre los que me encontraba, siempre vimos con recelo tanto el árbol de Navidad como la figura de Papa Noel

por El Adelantado de Segovia
15 de diciembre de 2024
en Opinion
JESUS FRANCISCO RIAZA
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Los puristas, entre los que me encontraba, siempre vimos con recelo tanto el árbol de Navidad como la figura de Papa Noel. Nos parecían impostores mientras nos aferramos al tradicional belén y a los queridos Reyes Magos, aunque estos llegasen la víspera de la vuelta al colegio. Pero la verdad es que yo recuerdo en mi casa la presencia del árbol de Navidad desde mi más tierna infancia, con aquellas bolas tan frágiles que se rompían con solo mirarlas pero que poníamos incluso descascarilladas.

Hace unos años, preguntado por unos niños de catequesis, me puse a indagar sobre el origen del Árbol de Navidad e hice un resumen que se convirtió en una catequesis para mí porque me ayudó a mirarlo con otros ojos. Me supongo que es una historia conocida pero, como estamos en las puertas de la Navidad, no me resisto a contarla.

Pues bien, hay dos teorías sobre el origen del Árbol. Una lo relaciona con S. Bonifacio, que fue el evangelizador de Alemania e Inglaterra. Cuando llegó a Alemania, descubrió que los germanos creían que el mundo y todos los astros estaban sostenidos pendiendo de las ramas de un roble gigantesco llamado el “divino Idrasil” o el “dios Odín”. En cada solsticio de invierno, cuando suponían que se renovaba la vida, le rendían un culto especial. La celebración consistía en adornar un roble con antorchas que representaban a las estrellas, la luna y el sol. En torno a este árbol, bailaban y cantaban adorando a su dios.

San Bonifacio decidió adornar en el mismo lugar un pino que, como tiene la hoja perenne, simbolizaba el amor permanente de Dios; colocó en su copa una vela que representaba a Cristo, que es la luz del mundo, y, finalmente, lo adornó con manzanas para explicar que representaban los frutos que Dios nos da y las tentaciones que el mundo nos ofrece. El árbol de San Bonifacio y su catequesis, por una parte, enlazaba respetuosamente con la tradición germana y, al mismo tiempo, le ofrecía una visión del mundo cristianizada.

La otra versión sitúa el origen en las obras de teatro que sobre Adán y Eva se representaban en Europa en torno al siglo XII. Cuando llegaba la Navidad estas obras formaban parte de los actos que preparaban la liturgia y se representaban en los atrios de las iglesias. Tenían un sentido religioso y moralizante y, como trataban el mito de Adán y Eva, no podía faltar la presencia del árbol del paraíso, el del “conocimiento del bien y el mal” del relato bíblico. Ese árbol, lugar icónico de la tentación por sus frutos apetitosos, se convierte en el Árbol de la Cruz, cuyo fruto es la muerte redentora de Cristo. Esta tradición se fusionó con la de la Corona de Adviento, cuyas luces se iban encendiendo las cuatro semanas previas a la Navidad, para recordar que Cristo es la luz del mundo.

Los adornos originales eran simbólicos. Al cambiar las manzanas por bolas, estas pasaron a simbolizar distinto tipo de oraciones. Así las azules son las oraciones de perdón; las verdes, las de agradecimiento; las doradas, las oraciones de alabanza y las rojas las de perdón. Las luces que lo iluminan son también como pequeños recuerdos agradecidos de las veces en que hemos sentido a Dios a nuestro lado. El árbol se remata al poner una estrella en la punta como recuerdo a la estrella que guitó a los Magos.

Otro tipo de adornos se han ido añadiendo con el tiempo: una bota roja que recuerda a Papa Noel, que en realidad es un recuerdo a Santa Claus que, a su vez, recuerda a San Nicolás, obispo de Mira en el siglo IV, que repartía dulces a los niños durante la Navidad. Una lazos que quieren representar la unión familiar; serpentinas doradas y plateadas que indican la gloria de Dios, hojas y frutos de acebo que, en la antigüedad, simbolizaban la eternidad. Bajo al árbol se dejan los regalos de Navidad, expresión del fruto de la bendición de Dios.

La tradición del Árbol de Navidad se extendió de Alemania a los Estados Unidos alrededor del año 1700 con la primera ola de inmigrantes alemanes y retornó convertida prácticamente en una tradición anglosajona. Lo mismo que Santa Claus, del que hablaremos en otra ocasión. Feliz Navidad para todos.

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