Hace años, cada 27 de noviembre se celebraba el Día del Maestro, siendo jornada no lectiva; hoy día, cada Comunidad ajusta su calendario, acoplando los días no lectivos a posibles puentes, por lo que esta celebración ha ido cayendo casi en el olvido.
Segovia, allá por el pasado siglo, siempre estuvo muy unida a la carrera docente. Recordemos la antigua Escuela Normal de la plaza Conde de Cheste, ese palacio que cobijó dicha escuela , separadas, entonces, las ramas masculina y femenina , y que el piso superior lo ocupó, por los años 60 la Residencia de Estudiantes, entidad que fundara el recordado Antonio Gómez Galán, todo un referente cultural de convivencia, un poco al estilo de la famosa Residencia de Estudiantes madrileña, que mi promoción tuvo la suerte de inaugurar y que la convivencia en libertad de aquellos años, forma parte de los recuerdos más felices.
Magisterio, Seminario y Academia Militar de Artillería eran entonces las únicas entidades académicas que sirvieron para que muchos segovianos de la capital y provincia se decantaran por la carrera docente.
Acabada la carrera venía la preparación de la oposición, tiempo de dura preparación para acceder a una de las plazas que anualmente se convocaban. Aquí, ahora, recuerdo la academia de D. Ciriaco y D. Fidel, que era como la continuación la la actividad de la Escuela de Magisterio y que tantas promociones de maestros prepararon.
Bastantes años, no fue mi caso, los recientes maestros eran destinados en otras provincias, Asturias, Valencia, Andalucía…
Normalmente los primeros destinos, con carácter provisional, eran a poblaciones muy pequeñas, en aquellos años con malos medios de comunicación, en los que el famoso coche de línea, si es que había, dejaba, a veces a varios km de distancia. Escuelas en pueblecitos con estufa de leña, con bastantes alumnos de todas las edades. Se vivía en la casa del maestro, si es que existía en la localidad, o de pensión en una casa particular. Pocos coches había entonces, y menos con el sueldo que se percibía. Recuerdo que el mío era de unas dos mil pesetas al mes (¿13 euros?), y la pensión en Juarros de Voltoya me costaba 1.800 ptas.
Gracias a las clases particulares, en mi destino definitivo, Fuente el Olmo de Íscar, se podía vivir. ¡La cantidad de bachilleres que habremos preparado los entonces maestros rurales! Únicamente existía Instituto de Enseñanza en la capital, por lo que muchos alumnos de la provincia eran preparados por los maestros de los pueblos para presentarse libres a los exámenes de junio.

Recuerdos muy gratos de aquella época de maestro rural con escuela mixta y unitaria en la citada localidad, con alumnos de cuatro a catorce años, pero que siempre ha estado en mi memoria el trato que allí recibí. La enseñanza era dura en ese tipo de escuela, con bastantes alumnos de todos los cursos, pero aprecié lo importante del trato con la gente, del respeto que había al maestro, y, lo positivo que era ese contacto constante con los padres fuera de la escuela. Era la cooperación ideal escuela – familia tan importante en la enseñanza. Pienso que cuanto menor era el municipio, mayor la consideración, respeto y agradecimiento al maestro.
De ello me di cuenta cuando en destinos que tuve muy marginales de Barcelona y posteriormente de Madrid en suburbios de los años setenta. Vi que en colegios grandes había muchas más carencias respecto al interés por la educación, mayores problemas sociales de familias, muchas viviendo en chabolas, observando cómo vivían aquellos niños, a los que había que atender de necesidades de higiene, de alimentación, de cariño…Fue una época dura, pero intensa y positiva.
Mi andadura docente, por motivos familiares me haría “aterrizar” mis últimos años en Coca y allí, con alegría culminar mi labor dando clase a hijos de mis antiguos alumnos de Fuente el Olmo de Íscar.
La labor docente, a través de los tiempos, ha sido clave en la formación de la sociedad. La figura del maestro, antes siempre tomada con respeto y no discutida su autoridad, ahora parece como si a medida que la sociedad avanza, se observa cómo el profesor no tiene el reconocimiento que debiera, y que en otros tiempos tuvo.
Estadísticamente la docencia está entre las profesiones con mayor stress y juntamente con el sector sanitario, el que más agresiones sufre.
Sería largo hablar de los problemas de la enseñanza, los cuales nunca llegan a resolverse. Por citar alguno de los más destacados están los distintos cambios de ruta de las sucesivas leyes educativas, ese vaivén constante que resta estabilidad en el ámbito educativo, desde la Ley General de Educación de 1970 (LGE), la LOECE, la LODE, la LOGSE…todas con el ánimo de innovar, pero que, sin llegar a implantarse en su totalidad, mueren cuando llega un nuevo gobierno, ya que lo primero que suprime es la ley vigente, creando una nueva. Siempre se habla de un Pacto de Estado por la Educación, pero siempre se queda ahí, en el deseo.
Otro grave problema es la carga burocrática a la que está sometido el profesorado, un papeleo constante que tanto tiempo y esfuerzo requiere.
Hoy las aulas están menos masificadas, pero el alumnado, muchos de ellos extranjeros, sin dominio de la lengua, y con pocas ayudas de apoyo que tanto solicitan los maestros, ante todo en la pública donde van la mayor parte de los inmigrantes, hacen muy dura y difícil la labor.
A los anteriores problemas habría muchos más que añadir: jornadas, sueldos, la indisciplina…
Pero, recordando la efeméride que me trae a estas líneas, volviendo a la vida del Maestro, dura, pero que vivida con vocación la más bella profesión y que, a veces, esa falta de reconocimiento de la sociedad, de los gobiernos… se queda eclipsada con el cariño de un niño que, cuando eres joven te dice: ¡Papá! ¡Ay, perdón profe, … me he equivocado! Y cuando te vas a jubilar: ¡Abuelo!… –Bah me equivoqué-
Desde aquí, en mi jubilación, mi felicitación y ánimos a los que estáis en activo. Y, especialmente a los maestros/as rurales, a aquellos que itinerantes hacéis rutas entre los pueblos.
¡Qué bonito, aunque haya pocos niños, que aún exista una escuela en un pueblo!
Siempre he pensado que en esta España vaciada la agonía de un pueblo viene marcada en dos tiempos, en primer lugar, cuando se cierra una escuela y dejan de verse niños con su mochila dando patadas a un balón y, por último, cuando desaparece el último bar.
¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!
