Iberaval, la sociedad de garantía (SGR) de Segovia, se ha identificado desde hace mucho tiempo como el gran aliado financiero de pymes, autónomos y emprendedores en la provincia. La SGR, que tiene su sede en la calle Hermanos Barral, 5, cerró el ejercicio 2024 con un riesgo vivo -es decir, el importe total que tiene concedido y que está pendiente de devolución- de 78,8 millones de euros en la provincia. Una cifra que refleja su peso en el ecosistema económico local, pero también se traduce en una contribución directa al mantenimiento de 7.659 puestos de trabajo.
Al frente de la delegación segoviana está Roberto Herranz, quien destaca que «el avance en el respaldo a las pymes y autónomos de Segovia es hoy una realidad consolidada, que tiene una clara vocación de permanencia». Y los datos avalan su afirmación: Iberaval formalizó en 2024 un total de 185 operaciones en la provincia, por un importe global de 23,82 millones de euros.
Inversión y liquidez, dos pilares complementarios
Del total financiado, un 32,4 por ciento fue dirigido a proyectos de inversión, clave para modernizar instalaciones, adquirir maquinaria o expandir negocios. El resto, 67,6 por ciento, se destinó a dotar de liquidez a las empresas, en un contexto económico que todavía arrastra tensiones derivadas del encarecimiento de los costes y de la incertidumbre internacional.
El reparto sectorial de la financiación concedida en 2024 muestra un tejido empresarial diverso. El comercio se situó a la cabeza, con un 28 por ciento de los recursos (6,7 millones de euros), seguido muy de cerca por la Industria, que captó el 26 por ciento (6,2 millones) y los Servicios, con el 23 por ciento (5,4 millones).
Construcción (9 por ciento), Hostelería y Turismo (7 por ciento), Transporte (4 por ciento) y el sector Primario (3 por ciento) completan la distribución. Esto indica una penetración equilibrada en los principales ámbitos productivos de la provincia.
Por tamaño de empresa, Iberaval ha demostrado su vocación inclusiva: la mitad de las financiaciones fueron concedidas a pequeñas empresas, el 35 por ciento a microempresas, y el 15 por ciento restante a medianas compañías.
La fuerza de lo público y lo privado
La actividad de Iberaval en Segovia no se entiende sin su modelo de colaboración público-privada. La sociedad cuenta con el respaldo del Instituto para la Competitividad Empresarial de Castilla y León (Icecyl), dependiente de la Consejería de Economía y Hacienda de la Junta. Un apoyo que permite articular instrumentos financieros ágiles, adaptados a la realidad de cada territorio y pensados para llegar hasta el último rincón del tejido empresarial, y que se cimenta en un programa histórico y absolutamente consolidado, como es el Icecyl Financia.
En palabras de Herranz, «la clave está en saber detectar proyectos con potencial y facilitarles las herramientas para que despeguen». Esa es, precisamente, la vocación de Iberaval: transformar buenas ideas en negocios viables mediante el crédito responsable y el acompañamiento técnico.
En el contexto nacional, Iberaval es la sociedad de garantía más activa del país. Su operativa se centra especialmente en Castilla y León, La Rioja, Madrid y Galicia, aunque gracias a su plataforma web, da cobertura a toda España. Esta capilaridad y su modelo de proximidad la han convertido en un socio estratégico para miles de empresas.
En Segovia, la oficina de la calle Hermanos Barral no es sólo una sede. Es una palanca de desarrollo. Una trinchera financiera desde la que se protege y se impulsa la actividad económica local. Y también un reflejo de cómo, cuando se suman esfuerzos desde lo público y lo privado, se pueden construir territorios más dinámicos, resilientes y prósperos.
«El textil está en auge y la producción está regresando a España»
«El boca a boca es mejor que cualquier red social», afirma Esther Peláez, fundadora de Bordados Azahar, empresa prevé triplicar su facturación y ha contado con el apoyo de Iberaval
En el Polígono de Hontoria, se escuchan máquinas de bordado de última generación, se planchan camisetas con precisión milimétrica y se cortan diseños con tecnología puntera. Allí, en la nave donde se ubica Bordados Azahar, se vive una revolución tranquila: la del regreso del textil a España. Al frente de esta empresa familiar está Esther Peláez, una emprendedora hecha a sí misma que lleva más de tres décadas luchando por dignificar y revitalizar un sector que muchos daban por perdido. «Yo aprendí a coser con apenas doce años, con un sastre, y desde entonces no he dejado de estar vinculada a esto. Empecé con una mercería y una sola máquina de bordar. Hoy tengo 35 cabezas de bordado y un equipo de ocho personas», argumenta.

Resistir tres crisis y salir fortalecida
Desde su fundación, Bordados Azahar ha capeado varias tormentas: la deslocalización del textil en 2008, la crisis de 2012 y, más recientemente, la pandemia. «Aguantamos todas. Mientras muchos se iban a fabricar a Pakistán o Bangladesh, nosotros decidimos quedarnos aquí, apostar por Segovia, por el empleo local y por la calidad», apunta Peláez.
Esa apuesta empieza a dar frutos visibles. La empresa prevé triplicar su facturación en este 2025 y ha diversificado su actividad con nuevas tecnologías, como el DTF (direct to film), una nueva técnica de estampación, o el UV para rígidos, que les permiten ampliar el catálogo y llegar a nuevos sectores. «Ahora hacemos también impresiones en madera, cristal, botellas o tazas», detalla.
La producción vuelve a casa
Esther es clara: «el textil está en auge, porque ya no compensa fabricar fuera. Los aranceles se han disparado y traer un contenedor cuesta hasta 24.000 euros, cuando antes costaba 3.000 euros», indica, para añadir que «está volviendo trabajo a España y tenemos que estar preparados». Pero advierte de un problema estructural: «quedan pocos talleres, la gente se ha jubilado y muchos cerraron», a lo que agrega que su sueño es que el sector regrese con fuerza: «por eso yo misma he dado cursos para formar a nuevas personas e incluso intenté promover una cooperativa textil en Segovia». En su caso, la continuidad del negocio, afirma, está asegurada, al menos por el momento. «Aquí había mucha pañería, mucho saber hacer, y eso no se puede perder. Hay trabajo para todos», añade.
De Madrid a Segovia… y de ahí al resto del país
Bordados Azahar trabaja actualmente con más de 1.200 colegios de Madrid, confeccionando sus uniformes. El volumen es tan alto que, para Esther, «trabajar con márgenes pequeños es rentable si haces mucha cantidad». Pero su verdadera fortaleza está en la personalización. «Desde que nos llega un logo, lo picamos manualmente con ratón, seleccionamos hilos, montamos bastidores, ajustamos cada detalle. Aunque tengamos la mejor maquinaria, necesitas gente cualificada en cada paso». La calidad, dice, «no se improvisa». Y el cliente, lo nota. «No hemos necesitado comerciales porque el boca a boca ha sido nuestra mejor campaña, un cliente contento trae a otro, y así llevamos años. Las redes sociales están bien, pero el trabajo llega por recomendaciones».
Iberaval, clave para consolidar el crecimiento
La historia de Bordados Azahar también es un caso paradigmático de cómo la colaboración público-privada puede transformar realidades empresariales. Esther necesitaba comprar la nave que ocupaba con un alquiler con opción a compra. Ahí también estuvo Iberaval. «Sólo puedo estar agradecida -afirma-, porque Iberaval me ayudó desde el primer momento. Fue todo ágil, claro y sin complicaciones. Me acompañaron en el proceso y, gracias a ellos, hoy la nave es nuestra», cuenta. Además del respaldo financiero, la empresa ha contado también con el apoyo del Icecyl (Instituto para la Competitividad Empresarial), dependiente de la Junta de Castilla y León, lo que le ha permitido invertir en maquinaria y seguir creciendo sin comprometer su estabilidad.
Con su energía, experiencia y vocación por la excelencia, Bordados Azahar es hoy un modelo de cómo se puede resistir, innovar y triunfar desde el territorio.
En un sector que parecía condenado a desaparecer en nuestro país, esta empresa segoviana demuestra que la producción local, el compromiso con el entorno rural y el acceso al crédito responsable siguen siendo las mejores herramientas para crear riqueza y empleo de calidad.
Y, sobre todo, deja una enseñanza clara: cuando hay pasión, trabajo constante y visión, ni las crisis ni la globalización son obstáculos. Son desafíos. Y Esther Peláez lleva décadas superándolos.
