El canje de espías más importante desde el final de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia se produjo ayer en Viena. En total, fueron intercambiados cuatro agentes norteamericanos y 10 ex soviéticos, una acción que, según Dean Boyd, portavoz de la Oficina de Seguridad Nacional del departamento de Justicia de la Casa Blanca, «ha sido un éxito».
Hacia las 11,15 horas locales aterrizaron un avión procedente de Moscú y otro de Washington en el Aeropuerto Internacional de Schwechat, en la capital austríaca.
Las televisiones mostraron imágenes de un Boeing 767 de la compañía Vision Airlines, aparcado junto al avión ruso, un Yak-42, en una pista del aeropuerto, con las escalerillas dirigidas al edificio principal, de tal forma que se impedía cualquier imagen de la operación.
Según algunos testimonios oculares, el intercambio tuvo lugar mediante un microbús negro.
Se vieron algunas personas con chalecos amarillos bajar y subir las escalerillas. Algunos testigos dijeron haber visto cómo algunos entraban en un microbús negro que fue de un avión al otro.
Una vez producida la supuesta permuta, las dos naves abandonaron el aeródromo, una con rumbo a Moscú, donde aterrizó a primera hora de la tarde y la segunda hizo parada en el Reino Unido.
Eso fue todo lo que el público pudo presenciar del mayor canje de agentes entre Estados Unidos y Rusia desde el fin de la Guerra Fría, y uno de los más rápidamente logrados, para no hacer peligrar las relaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca.
En concreto, ésta es la mayor operación de este tipo desde 1985, cuando más de 20 espías cambiaron de manos entre ambos bloques en Berlín.
La operación fue posible tras varios días de consultas entre diplomáticos y servicios secretos rusos y estadounidenses.
Hacia finales del pasado mes de junio las autoridades estadounidenses descubrieron una red de informantes que trabajaban para Moscú, y el jueves los 10 acusados, tras ser detenidos la semana pasada, firmaron una declaración ante un Tribunal de Nueva York donde se reconocieron culpables de actividades ilegales, aunque no de espionaje, a cambio de su inmediata deportación a Rusia.
Al mismo tiempo, el presidente europeo, Dmitri Medvedev, indultó a tres oficiales y a un científico condenados por trabajar para Occidente.
Tanto Moscú como Washington deseaban cerrar cuanto antes ese embarazoso caso de espionaje, que ensombrece la nueva etapa de sus relaciones bilaterales y podría torpedear la ratificación en EEUU del nuevo tratado de desarme nuclear.
¿Y por qué el canje tuvo lugar en Viena? Desde luego, no es por tratarse de un punto intermedio entre ambos países, sino que desde la Guerra Fría, la ciudad ha sido y es un centro de agentes secretos, no solo por su situación geopolítica, como país neutral, sino también por otras condiciones favorables.
«Austria es un espacio importante de operaciones para servicios secretos extranjeros y funciona como un nudo estratégico», indicó el Informe de 2010 del Servicio de Protección de la Constitución del país.
