Grandes esperanzas. Así se vislumbra la inminente cumbre sobre el cambio climático de Copenhague -del 7 al 18 de diciembre-, aunque puede que haya un giro de 180 grados si EEUU da por fin un paso adelante. El presidente Barack Obama, que vive sus horas más bajas en Washington, anunció ayer que ofrecerá reducir las emisiones contaminantes de su país en un 17 por ciento para 2020 frente a las de 2005. El Senado podría llegar al 20 por ciento en el recorte.
La Casa Blanca, que no había confirmado hasta el sorprendente mensaje que el líder demócrata asistiría al encuentro, indicó en un comunicado que explicará en la capital danesa el camino a seguir para alcanzar su objetivo de bajar las cifras en un 83 por ciento para dentro de 40 años. Así, se quiso recalcar que esos objetivos provisionales están en línea con la actual legislación en ambas cámaras del Congreso y demuestran «una contribución significativa a un problema que EEUU ha desatendido durante mucho tiempo».
Según una encuesta publicada el martes por el diario The Washington Post y la cadena de televisión ABC, un 55 por ciento de los estadounidenses creen que EEUU debería de recortar sus emisiones de CO2 incluso si otros grandes contaminadores como China a India hacen menos al respecto. No obstante, el porcentaje de ciudadanos que cree en el cambio climático cayó del 80 al 72 por ciento en el último año.
La ONU dio rápidamente la bienvenida al anuncio de la presencia de Obama en Copenhague. «Es fundamental que asista», afirmó el jefe de la secretaría de Cambio Climático de la ONU, Yvo de Boer, que pidió un esfuerzo a las naciones participantes en este encuentro: «No hay plan B».
Pese a esta visita, el panorama no pinta bien. Mientras China denuncia la «falta de fe» de los países ricos ante la cita danesa, los Estados de la UE no tienen una estrategia definida. Por de pronto, el PE le ha pedido 30.000 millones de euros anuales para que ayuden a las naciones pobres a reducir las emisiones. Y es que la UE perderá entre 20.000 y 65.000 millones de euros cada año si no toma las medidas adecuadas para adaptarse a las consecuencias del calentamiento en su territorio, en donde las temperaturas podrían aumentar entre 2,5 y 5,4 grados centígrados de aquí a 2080. Mientras, los icebergs de Nueva Zelanda, adalides del desastre ecológico, están a 250 kilómetros de la costa.
