Los amantes de la micología pudieron disfrutar el pasado fin de semana de una jornada formativa y gastronómica sobre el mundo de las setas y los hongos. Fueron aproximadamente 80 los asistentes, procedentes de varias localidades y de otras provincias quienes preguntaron dudas y curiosidades, además de compartir inquietudes y creencias con los monitores expertos en micología que se esmeraron en resolver y aclarar, para que se adentren en este mundo sin prejuicios y con criterio.
Finalizada la parte teórica abordaron la práctica pertrechados de los utensilios recomendados para recolectar hongos, no extinguir, y contribuir a su respeto y propagación.
El día se prestó al paseo y a la contemplación de plantas y árboles y, cómo no, a la nostalgia recordando cuando se salía al pinar a recoger piñas, agujos para los corrales, leña para atizar la chimenea en invierno, muérdago para alimentar a los conejos que se criaban en las casas, o la manzanilla con la que aplacar las malas digestiones. Durante el paseo se recogieron frutos de plantas y árboles autóctonos para una posterior plantación y reforestación que contribuya a mantener y enriquecer los ecosistemas.
Tras la localización de algún ejemplar los monitores mostraban cómo se deben recolectar, alterando lo menos posible su entorno; examinar para constatar si es comestible, en qué detalles hay que reparar para confirmar que no es tóxica; y limpiar minuciosamente, colocar en la cesta para almacenar y conservar favoreciendo la dispersión de esporas.
Ya de regreso al pueblo, el salón El Trinquete, que por la mañana acogió el aula para impartir la parte teórica de las Jornadas, se había convertido en un inmenso comedor para recibir a los participantes, ahora impacientes por degustar esas setas que habían visto en el pinar y en la Dehesa acompañando, en diferentes elaboraciones y presentaciones, a los manjares aportando un toque delicatessen. Algunos de los platos fueron croquetas de boletus, revuelto de setas con bambas y carrilladas con champiñones.
Convertidos en micólogos por un día y en grandes chefs, la comida se prestó a una tertulia en la que se desgranaron los matices que aporta según qué especie a cada plato, la textura que adquieren, la fragancia que le identifica y, una vez más, a la evocación de ese día que salimos a coger setas y que recordamos cada vez que las tenemos delante. Para los más jóvenes fue una clase teórica y práctica, que seguro no olvidarán fácilmente, en la que aprender a disfrutar de su entorno, a respetarlo y así poder aprovechar los recursos que ofrece. La tarde estuvo dedicada a la visita de la exposición de los ejemplares recolectados, unas 35 variedades de setas, que pudieron estudiarse y analizarse junto con los expertos micólogos de Vultour.
Aquellos que se acercaron a disfrutar de la exposición pudieron contemplar especies difíciles de encontrar y ejemplares de diversas tallas. Normalmente las especies más recolectadas fueron níscalos y boletus, y son también las más familiares y apreciadas por su aroma y versatilidad culinaria.
“Es una jornada muy interesante, abarca el mundo de las setas desde varios aspectos y muy bien organizada”, explica una participante que se acercó desde Madrid. “Primero hay una parte teórica, luego con la salida vemos a pie de campo cómo aplicarla, la comida permite aprender a utilizar las setas y con qué platos combinan mejor y en la exposición podemos ver las especies que hemos recolectado más de cerca, tocarlas, olerlas”.
En esta edición, las lluvias de días pasados y el espléndido y cálido día que hizo el sábado fueron grandes aliados que favorecieron la afluencia de público ávido de aprender y disfrutar de un día recolectando en el campo y el pinar. “Son ya las quintas jornadas y el balance que hacemos desde la organización es muy positivo, por el gran número de participantes con el que hemos contado en esta edición, ha sido el año que más gente ha participado”, explica Daniel Sacristán, concejal del Ayuntamiento de Fuenterrebollo.
