Este fin de semana, que coincide con dos días tradicionalmente grandes en Segovia, la Asunción de María y San Roque, EL ADELANTADO publica un especial sobre la trayectoria de Juan Carlos I y de la Monarquía, que al fin y al cabo es la de la propia España. Contamos con un articulista de excepción: el catedrático de Historia Contemporánea, Fernando García de Cortázar, que escribe sobre el futuro que amenaza a la institución, pero gran parte del especial se centra en ocho días que resultaron claves en la historia de España, y en el que Segovia prestó su inigualable entorno como lugar de referencia de los hechos.
La visita de los entonces príncipes de Asturias, Juan Carlos y Sofía, acompañados de los reyes de Grecia, se produjo el 7 de enero de 1969, el mismo día que el pretendiente rompía amarras con su padre, abriendo una brecha en el entonces orden lógico de la dinastía e incardinando esta a la idea de utilidad y a su configuración como una institución que funcionara como árbitro, por encima de intereses partidistas, y sometida a la soberanía nacional.
Esa misma idea es la que subyace en la actual regulación de la Constitución española, con una ligera y significativa salvedad: la que establece el artículo 57 (1) que, a diferencia de lo que ocurrió con Don Juan, proclama a Don Juan Carlos “legítimo heredero de una dinastía histórica”. Dinastía que, en aras a la utilidad mencionada, obvió en su día los derechos al trono del Conde de Barcelona.
Pero en esta visita de una fría mañana de enero también se produjo un hecho de hondo calado posterior en la historia de España: el encuentro de los dos agentes de la transición democrática: el del príncipe con el entonces joven gobernador de la provincia: Adolfo Suárez. Lo legendario y lo real se concitan en ese 7 de enero de 1969, que tuvo a nuestra ciudad como lugar de encuentro de dos personas que, con independencia de su origen diverso, tenían claro cuál era el camino que debía seguir nuestro país en un futuro que ya se dibujaba en la cercanía, y que irremediablemente pasaba con una ruptura pausada y no traumática con el pasado. Ese encuentro, en el más amplio sentido de la palabra, y esa claridad de conceptos han llevado a la postre a España a los cuarenta años de más paz, prosperidad y libertad de su historia.