Hace 21 días el presidente del Gobierno decretó el Estado de Alarma. Vivimos una situación extraordinaria, que afecta a la sanidad y a la economía, pero también a nuestros hábitos, a nuestras emociones y en ocasiones, desgraciadamente, también a nuestras relaciones familiares, con pérdidas irreparables. Las situaciones extraordinarias requieren respuestas no comunes, que se salgan de los protocolos habituales. Nuestro pasado reciente nos ha dado muestra de ello, con resultados dignos de alabanza y de ejemplo. En la crisis sanitaria, económica y emocional que supone el coronavirus se ha apreciado la actuación conjunta de profesionales que han intentado paliar el impacto de la pandemia. No casa con este escenario una clase política dividida y un Estado que no pone la proa en la misma dirección. La democracia española se fundó en el consenso, que ha permitido los años de mayor prosperidad y de gozo de la libertad en la historia. Por eso reclamamos un nuevo pacto político e institucional, que incluya a los agentes económicos y sociales, y que coadyuve a minorar los efectos del coronavirus en el sistema sanitario, en la economía, en los ciudadanos. Que constate que ninguna ideología reúne por sí sola todas las respuestas. Un acuerdo de Estado, como lo fueron el constitucional o los Pactos de la Moncloa. Que dure mientras esté la crisis latente. Después, una vez vueltas las aguas a su cauce, podrán evidenciarse otra vez las diferencias programáticas. Quizá entonces sería el momento idóneo para que el pueblo español se volviera a pronunciar sobre el papel de cada cual en el pasado, en el presente y sobre sus proyectos de futuro.