En los últimos veinte años, la ciudad de Segovia ha seguido una loable coherencia a la hora de delimitar el alcance de su oferta turística. Así lo hicieron los sucesivos planes de excelencia que se han ejecutado desde el año 2000. La integración del turismo en el ámbito urbanístico de la ciudad y la incorporación del patrimonio como activo de desarrollo sostenible y humano han sido una constante observada a partir de las últimas décadas, destacando la interacción entre estos dos frentes con el representado por los ciudadanos. Se puede perfectamente integrar los distintos componentes de una oferta de servicio sin por ello sacrificar la calidad de vida de los habitantes. Es lo que ha ocurrido en nuestra ciudad. Tan importante para dicho fin son los instrumentos de gestión transversales como la conciliación de diversos intereses –propietarios de los monumentos, administraciones, hosteleros, operadores y vecinos- y las estrategias innovadoras y agresivas. Elementos imprescindibles son las calles limpias y bien urbanizadas, pero también monumentos accesibles y la calidad en el producto y en el trato.
Un ariete fundamental en esa oferta viene protagonizado desde tiempo atrás por la hostelería segoviana. La gastronomía compone, junto con monumentos como el Alcázar y el Acueducto, los dos productos que hicieron posible que el 55% de nuestros visitantes eligieran a la ciudad como mercado de destino final y no como parte de una ruta. Hay nombres en la oferta coquinaria local que permanecen en el subconsciente español e internacional como lo pueden estar los dos monumentos citados. El VII Congreso de Turismo y Gastronomía Ciudad de Segovia certificó la importancia que en la economía y en el empleo posee la gastronomía en particular y la hostelería que vehicula esa oferta en lo general. El 15,5% del gasto que el turista internacional realiza en España se residencia en este tipo de consumo, cifra que se multiplica en nuestra capital por la atracción que suponen productos como el cochinillo y el cordero o por los vinos de la tierra. Segovia ha experimentado un crecimiento de visitantes en los últimos años cercano al 20%; la mayoría de ellos viajeros de día pero con significativo nivel de gasto debido precisamente a la calidad y prestigio de sus establecimientos.
La pandemia ha trastocado muchos planes, y ha afectado de manera especial a la hostelería y al comercio. Es ahora el momento de las Administraciones. Nos parece injusta la regulación de los ERTE realizada por el Gobierno central y su relación con la capacidad de apertura de bares y restaurantes en la Fase I. Habrá locales a los que no les será rentable abrir y que dejarán de tener la exoneración total de las cuotas a la Seguridad Social en virtud de la figura de fuerza mayor parcial. También nos parece tibia, por no decir cicatera, la actitud del Ayuntamiento de Segovia y de otros municipios de la provincia. En Murcia se han habilitado préstamos de entre 15.000 y 30.000 euros para que los hosteleros hagan inversiones para cumplir con los requisitos exigidos en la reapertura. En Zaragoza, el alcalde se ha comprometido a ampliar las terrazas, incluso con eliminación de plazas de aparcamiento, para no penalizar la limitación de aforo. Los Ayuntamientos deberían exonerar del IBI, IAE y tasa de ocupación a los establecimientos al menos proporcionalmente hasta que dure la recuperación. No es excusa la bajada de ingresos públicos. Se tendría que exigir al Gobierno central que eliminase la Regla de Gasto en estos momentos tan críticos. Es la mejor manera de dar un servicio a la localidad y de contribuir todos de manera efectiva y financiera a solucionar el problema. El aliento y el apoyo, se suponen. Pero no dan de comer.