Pasear por la calle Cervantes de Segovia es hacerlo por la tradición, de la que Casa Duque es guardiana desde hace 130 años. Un privilegio, ese de superar el centenario que pocos pueden ostentar y que la familia ha logrado gracias al tesón, el trabajo, el esfuerzo y buen hacer que ha pasado de generación en generación, y ya van cinco.
Como todo buen cumpleaños Marisa, anfitriona impecable y guardiana de la casa de comidas que allá por el 1895 fundaron Dionisio y Feliciana, quiso reunir a los segovianos en un acto emotivo en el que se dieron cita desde cocineros como Alberto Chicote, a representantes institucionales, pasando por grandes nombres de la hostelería segoviana como José María, demostrando que la pasión por la comida y el buen hacer no entiende de competencias.
“En Casa Duque se asa por encargo, se guisa a diario y se admiten comidas”, recordaba Marisa, aludiendo al origen humilde de este emblema segoviano que a finales del siglo XIX lo mismo te daba de comer, que te calentaba el guiso para después. Un afán, el de servir que siguió creciendo cuando en 1948 se puso al frente su padre, Julián, recién llegado de Deusto y con un propósito de vida claro que compartió con su mujer.
Imposible separar la vida de la historia, porque como recordaba Marisa: “Esta es mi casa. Aquí hice mi primera comunión y en el salón de al lado mi marido me pidió matrimonio”, y en esa humilde casa han crecido sus hijos “mi suerte”, como apuntaba al final del emotivo discurso, a los que ha transmitido el legado haciendo que Luis, quinta generación Duque, trabaje hoy codo con codo con ella.

Entre los números asistentes que quisieron arropar y dedicar unas palabras a los anfitriones estaba el alcalde de la ciudad, José Mazarías, quien se sumó a la celebración de “la historia de nuestra ciudad, de nuestra gente, de nuestra cultura” y resaltó la importancia de Duque para la ciudad “es símbolo de tradición, esfuerzo y pasión en todas las generaciones” aseguró añadiendo que “este 130 aniversario representa el valor de la tradición y la capacidad de adaptación”.
Antes de ceder la palabra anunció que pronto, por acuerdo de todos los grupos municipales, Casa Duque lucirá en su fachada una placa que le distinguirá como negocio centenario. Reconocimiento que compartirá con otros emblemas segovianos y que Marisa agradeció emocionada.
Los anfitriones escogieron el salón Riaza para comenzar la celebración, uno de los cuatro que dedican a la provincia y de lo que se hizo eco en su intervención
Miguel ángel de Vicente, presidente de la Diputación provincial, quien deseo que siguiesen soplando velas, algo que no será difícil de conseguir porque “cuando uno trata con personas lo más importante es el cuidado, y aquí lo tenéis con todos vuestros clientes”.
“Aunque seamos una humilde casa de comidas no dejamos de ser una empresa y desde la FES nos cuidan”, quiso destacar Marisa ante la atenta mirada de su presidente, Andrés Ortega, quien recordó entre anécdotas personales aquella de cuando al pasar por delante de la puerta se ofrecía chorizo y porrón a los transeúntes “un total gesto de generosidad”.

Antes de dar paso a la comida que hay en toda celebración que se precie, y más tratándose del asador más antiguo de la ciudad, Andrea, hija de Marisa, alabó el papel de su madre porque “es tesón, esfuerzo y un ejemplo. Un espejo en el que reflejarnos”. También quiso destacar la labor de su hermano Luis: “Lo está haciendo muy bien porque reúne tres aspectos fundamentales: tiene trayectoria y experiencia, atesora unos grandes valores humanos como la nobleza, y puede aprender de la mejor, mi madre”.
El propio Luis cerró el acto agradeciendo “a mis abuelos que fueron el nexo de unión entre mi hogar vital y personal” y “a mi madre por su lucha para que este restaurante siga siendo lo que es. Si no fuera por ella no habríamos llegado hasta aquí”, sin olvidar hacer una promesa delante de todos los asistentes: “Trabajaré para que esta casa siga en pie”, asegurando así un quinta generación de “guardianes de la Casa Duque”.
