Es posible que alguna vez te hayas sorprendido a ti mismo o a los demás imaginando el peor escenario posible en una situación, incluso cuando no hay motivos reales para preocuparse, pero esto no significa que seas un exagerado ni que vivas instalado en el drama. Y es que la psicología lleva años estudiando este patrón y, lejos de considerarlo un defecto, explica que se trata de un mecanismo de supervivencia muy antiguo que sigue activo en nuestro cerebro con el que tu mente intenta protegerte, aunque lo haga a destiempo o de una forma algo desmesurada.
En otras palabras, cuando tu cabeza se adelanta y construye un drama tras otro, como por ejemplo accidentes que no han ocurrido, pérdidas que no han sucedido o conflictos que ni existen, no lo hace para hacerte sufrir, sino porque aprendió hace mucho tiempo que anticipar el peligro aumentaba las probabilidades de sobrevivir. Esa alarma constante puede parecerte irracional a veces, pero tiene raíces profundas en nuestra historia como especie, y entenderlo es el primer paso para dejar de sentirte “dramático” y comenzar a relacionarte con tus pensamientos desde otro lugar.
Por qué tu cerebro convierte todo en un drama (incluso cuando no pasa nada)
La psicóloga Ainhoa, que es especialista en ansiedad y trauma, explica que esta tendencia a vivir en un estado de permanente drama surge porque el cerebro aprendió a asociar la preocupación con la seguridad, es decir, que en algún momento de tu vida, anticipar desastres funcionó como una especie de “capa protectora”, y tu mente, que la verdad que es muy eficiente para guardar lo que cree que te ayuda, decidió mantener ese patrón como si fuera algo imprescindible en tu día a día.
El problema aparece cuando ese antiguo mecanismo de defensa se activa en momentos en los que no existe ninguna amenaza real, y aquí está la parte más complicada, que es la de que nuestro cerebro no sabe distinguir entre un peligro imaginado y un peligro real, por lo que cada vez que piensas en un escenario catastrófico, tu cuerpo reacciona como si estuviera ocurriendo ahora mismo y tu sistema nervioso se pone en modo alerta, se disparan las hormonas del estrés y entras, sin darte cuenta, en un drama fisiológico que te desgasta muchísimo más de lo que imaginas.
La psicóloga usa una metáfora muy clara para describirlo, que es la de que la ansiedad es como un vigilante nocturno que nunca se permite descansar, ya que está convencido de que, si baja la guardia, todo se desmoronará. De ahí que muchos vivan atrapados en un bucle de preocupaciones, sintiendo que solo pueden estar a salvo si se adelantan a cualquier posible drama.
Reeducar la mente para que deje de anticipar una inexistente «catástrofe»
Aunque pueda parecer imposible romper este hábito mental, la psicología propone una herramienta muy interesante: la exposición cognitiva controlada. No consiste en evitar el drama, sino en lo contrario, en permitir que tu mente imagine ese escenario tan temido… pero sin reaccionar con miedo con el objetivo de enseñarle al cerebro que un pensamiento no equivale a una amenaza.
Ainhoa explica que, con esta técnica, el cerebro empieza a comprender que no todo lo que imagina requiere una reacción inmediata. Al principio, eso sí, es normal que intente volver al patrón habitual porque lleva años funcionando así, pero con práctica y, sobre todo, con acompañamiento terapéutico, el sistema nervioso aprende poco a poco a calmarse.
Lo interesante es que este proceso tiene un impacto profundo, y es el de dejar atrás la necesidad de controlar cada detalle del futuro, un rasgo muy típico entre quienes viven cualquier contratiempo como un drama. En su lugar, se construye una sensación de confianza interna que no depende de preverlo todo, sino de saber que podrás manejar lo que venga, sea lo que sea.
