Dicen que un español sabe de todos los temas en cuanto entra por la puerta de un bar, y que si buscas conseguir que haga algo difícil, solo tienes que desafiarle con el famoso “a que no hay huevos a…”. Es en ese momento cuando el orgullo sale a relucir, y los desafíos se convierten en apuestas, y las apuestas en una aventura increíble como la que vivieron los espinariegos Ismael Martín y Pablo Fernández, ganadores en la modalidad ‘Ambassador’ de la Titan Desert by Garmin, la prueba por etapas más dura del mundo en bicicleta de montaña, que se disputa en Marruecos, con inicio en Ifrane y final en Maadid, transcurriendo las dos primeras etapas en el Medio Atlas y las cuatro últimas en el desierto marroquí, con más de 400 inscritos.
Dos semanas después, y con varios kilos dejados por el camino, los dos ciclistas de El Espinar relatan cómo se originó el desafío, “que surgió hace justo un año, después de correr una prueba. Estábamos viendo los resumenes de la Titan por televisión, y nos nos preguntamos que por qué no podíamos ir a una prueba así con el objetivo de poderla terminar”. Formalizaron la inscripción en cuanto se abrió el plazo, y lo hicieron en la modalidad ‘Ambassador’, por parejas y representando al municipio de El Espinar, ‘obligándose’ a realizar la carrera sin separarse.
Una cosa es inscribirse, y otra muy distinta prepararse para una prueba como la Titan, que obligaba a realizar un sacrificio en lo que a horas de entrenamiento, e inversión económica, se refiere. Ismael Martín así lo reflejaba: “correr la Titan no es barato, pero al final dices que por una vez en la vida haces el esfuerzo. Deportivamente hay que entrenar mucho, y evidentemente los entrenos los tienes que hacer juntos, porque vas por equipos. Afortunadamente, mi compañero y yo nos llevamos muy bien, trabajamos juntos en la misma empresa, y coincidimos en los horarios. Hemos estado un año preparando la Titan, y prácticamente todos los fines de semana nos teníamos que bajar a Madrid a coger un poco de temperatura, porque el invierno en El Espinar es muy duro”.
Llegado el momento, los segovianos se marcharon a disputar la carrera, sin saber muy bien dónde se metían, “ya que a pesar de que ya habíamos acudido a alguna prueba dura, como la Quebrantahuesos, nunca habíamos tomado parte en una carrera así, en la que teníamos que estar seis días encima de la bicicleta”, afirma Pablo Fernández, que sonríe cuando se la pregunta si la carrera les trató bien, “porque la realidad es que sufrimos mucho, pero tuvimos algo de suerte, porque a una prueba tan exigente como ésta no consiste solo es la preparación que lleves, sino que además no te falle nada de la mecánica, que cuides bien la alimentación, que no te pase nada durante la carrera…”.
Y no resulta precisamente sencillo que en los más de 660 kilómetros por pistas, caminos y desierto, no te suceda nada, “y eso que los caminos son muy ondulados y pedregosos, además de algunos que tienen muchísima arena. Las dos primeras etapas fueron más o menos similares a lo que podíamos tener en El Espinar, pero en cuanto bajamos al desierto todo cambió”, comenzando por el recorrido, y acabando por los campamentos bereberes donde tocaba descansar al final de cada etapa.
Prácticamente desde el primer momento el dúo espinariego lideró la clasificación por equipos, “porque la carrera se decidió por eliminación, ya que estaba habiendo percances en los rivales, en forma de pinchazos o de perderse en el recorrido, que les estaban poniendo atrás. Yo siempre temía que eso nos pudiera pasar a nosotros”, reconoce Ismael, que en la última etapa pasó un mal rato, “porque en la salida, cuando nos avisaron de que se retrasaba media hora, me dio por mirar a la rueda delantera desde el manillar, que comencé a ver todos los pinchitos que tenía, y preferí no decirle nada a mi compañero para no ponerle más nervioso de lo que yo estaba”. Pablo, por su parte, no se vio ganador, “hasta que no me vi a dos kilómetros de la meta. Siempre puede pasar algo”.
Pero lo que pasó fue que la pareja segoviana fue la mejor de la carrera, tanto en las etapas señalizadas, como en la que hubo que usar el mapa “y eso que hasta dos meses antes de la carrera no lo habíamos usado”, reconoce Pablo, que fue el encargado de leer el mapa, “y lo hizo de forma extraordinaria, porque veía todos los atajos y sabía siempre por dónde teníamos que ir para no pasar apuros. Así yo iba poniendo el ritmo, y él indicaba por dónde teníamos que marchar”. Bien avenidos siempre, a pesar de las dificultades, los dos corredores terminaron la Titan Desert liderando la clasificación por equipos en la modalidad ‘Ambassador’ y pudieron llegar a casa con su bien ganado trofeo, y la sensación de haber vivido una experiencia inolvidable. Pablo finaliza con un guiño al futuro: “poco después de terminar la prueba, hablando con Ismael teníamos claro que no íbamos a volver. Pero según van pasando los días, la cosa está cambiando. Es probable que si no volvemos a una prueba así, participemos en algo parecido, porque con el paso de los días te olvidas del sufrimiento, porque hemos sufrido mucho, y te quedas con la experiencia. Yo volvería a repetir”.
