Por más que en el mundo que rodea a ETA sea casi imposible separar el trigo del arrepentimiento de la paja del engaño, lo cierto es que cada vez son más los indicios que refrendan la existencia de un enorme cisma que separa a los duros, empeñados en prolongar la agonía de la banda mediante bombas y tiros en la nuca, de quienes asumen la derrota de la estrategia de la muerte y abogan por integrarse en la vida política.
El último ejemplo lo dieron ayer dos históricos dirigentes de la organización terrorista, que reclamaron públicamente a los proetarras que plantee el fin de la violencia como cuestión central de su propuesta ideológica. Se trata de los presos Joseba Urrusolo Sistiaga y Carmen Guisasola, que hicieron un llamamiento a «esa mayoría amplia de la base social de la izquierda abertzale» para que «plantee claramente lo que piensa». Según señalaron, «hace cinco años» ellos también pensaban que «aquél proceso de paz que se iniciaba iba a ser el definitivo».
«Nos equivocamos al pensar que la actitud que algunos aún mantenían en cuanto a la lucha armada y a la kale borroka no podrían impedirlo», declaran en una misiva publicada en diversos diarios. «Esta vez no puede volver a ocurrir lo mismo», prosiguen con el argumento de que «ahora que, por fin, se plantea el debate sobre el cambio de ciclo y de estrategia, conviene recordar que durante el proceso de Loyola, tanto la mayoría de la base social de la izquierda abertzale, la mayoría de los presos y hasta la Mesa Nacional de Batasuna, estaban deseando que dicho proceso fuera irreversible».
«Sería deseable que ETA decidiera el cierre de la lucha armada», pero si la banda «sigue como hasta ahora», debe ser la izquierda abertzale la que plantee el fin de la violencia, afirman los dos presos en su carta, en la que además abogan por abrir una etapa «exclusivamente política».
En el escrito, Urrusolo y Guisasola -que fueron expulsados de ETA y que posteriormente se desvincularon del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK)-, señalan que «fueron solo unos pocos en la banda y otros pocos desde algunos aparatos abertzales quienes se empeñaron en seguir con la lucha armada», y «ahora unos andan empeñados en proponer un cambio de ciclo sabiendo, deseando y planteando en privado que esto solo será posible sin la lucha armada, mientras que los otros siguen manteniendo que van a seguir practicándola». «Las dos posturas, no solo son incompatibles, sino que están enfrentadas», resumen.
Como colofón, ambos reclusos apuntan que «en la propuesta de debate» que los proetarras presentaron recientemente para forzar un nuevo proceso de diálogo con el Estado «se intuye lo que se quiere decir, pero no se plantea claramente y el mensaje queda difuso, dando pie a que algunos sigan planteando fórmulas que hagan compatible abrir un nuevo proceso con el mantenimiento de la lucha armada, y esto es imposible». Por esa razón, concluyen, se debe «hablar claro» porque, «cuando se propugna un cambio de ciclo y de estrategia, se quiere decir dejar de utilizar la lucha armada y abrir una etapa exclusivamente política».
La proclama de Sistiaga y Guisasola no desató demasiado entusiasmo en el PP, puesto que, como explicó su portavoz en el País Vasco, Leopoldo Barreda, los firmantes de la carta «representan poco» en la banda armada.
El conservador pidió no «sobrevalorar» un escrito que se debe enmarcar dentro de los «elementos estrictamente endogámicos de ese mundo y en disputas por el poder, o por lo que fuere».
