En los últimos meses, Siria ha acaparado las noticias por la represión que viven sus ciudadanos a manos del Ejército, que ha causado decenas de muertos cada día. Pero ayer la alerta saltó en Damasco después de que dos explosiones sacudieran las inmediaciones de dos edificios de la Seguridad Central, que acabaron con al menos 44 personas y causaron más de un centenar de heridos.
Los dos atentados suicidas se produjeron a primera hora de la mañana, con apenas media hora de diferencia, y provocaron, nuevamente, las acusaciones de la oposición al régimen de Bachar al Asad, que responsabilizó al presidente de estar detrás de los ataques con el objetivo de «desorientar» a los observadores árabes, que se encuentran en el país desde el pasado jueves para analizar la situación y comprobar el cese de la vilencia anunciado por el presidente.
Por su parte, y a falta de que un grupo reclame la autoría de las detonaciones, el Gobierno de Al Asad apuntó que detrás de la matanza se encuentra la organización terrorista Al Qaeda.
En cambio, los contrarios al Ejecutivo de Damasco insistieron en que «se trata de un intento de demostrar que el régimen está enfrentando un peligro externo y no una revolución popular». «Las víctimas de este doble atentado forman parte del precio de la libertad que está pagando el pueblo sirio para deshacerse del sistema dictador y criminal», agregaron.
Así, descartaron que Al Qaeda tenga algo que ver con los ataques y remarcaron que Al Asad «los ha preparado para propagar el terror y el caos e impedir que los observadores lleguen a ver la realidad de los hechos».
La última ofensiva de similar calibre se produjo la capital siria el 27 de septiembre de 2008, cuando la explosión de un coche-bomba causó 17 muertos y 14 heridos en la zona de Saida Zainab, que alberga una mezquita chiita con el mismo nombre. Ese ataque fue supuestamente perpetrado por miembros del grupo terrorista sunita, Fatah al Islam, que confesaron la autoría del atentado ante la televisión siria y aseguraron haber recibido dinero de la coalición antisiria libanesa.
El atentado es el mayor que vive Siria desde la década de 1980 y coincide con un momento de gran tensión en el país, marcado por la represión de las protestas de los opositores, que ha dejado más de 5.000 muertos desde marzo pasado, según las Naciones Unidas.
Pero la sanguinaria jornada no acabó en Damasco. En otras provincias del país continuó la violencia contra los grupos antigubernamentales, que se saldaron con ocho muertos por disparos de las fuerzas leales al régimen en Homs, uno de los principales bastiones de los contrarios a Al Asad.
