La memoria del vecino no falla, y la del santoral tampoco. Por eso en Encinillas desde hace dos años se echa de menos la celebración eucarística de San Pío, el día 11 de julio. Una festividad tradicional en la localidad que pese a que el pueblo crece sus vecinos no quieren dejar perder al configurar la misma, parte de la tradición religiosa. El hecho de que no se recuerde la fecha conmemorativa, crea malestar en el pueblo. “Al actual sacerdote llegado al pueblo hace unos años, cuando se le recordó la fecha de celebración”, según reconocen en el pueblo dijo desconocer la misma, preguntando incluso que ¿qué santo era ese?, señala indignado el alcalde, Miguel A. Hernangómez, “con lo que este año ni siquiera se le ha comunicado nada sobre la misa”, explica con enfado.
La festividad, cuentan las personas más mayores, comenzó a celebrarse como consecuencia de una gran tormenta que dejó todo el campo asolado, un 11 de julio con lo que se pasó a convertirse en una fecha inmemorial e imborrable, por eso algunas personas testifican “que no hay vecino alguno que recuerde haber oído hablar a los antepasados de un año en concreto”. Lo que sí que está claro, indica otra persona, “es que pasará de los cien años”. Un hecho que guarda sintonía con otras liturgias parecidas en la provincia por hechos similares, como el Cuatrojunio de Abades, en busca de protección y amparo santoral. La fiesta era siempre en su día, y estaba compuesta de una misa y una posterior procesión, si bien en las últimas décadas se dejó de realizar ésta. La figura del santo, ocupa un lugar de relieve en la iglesia de San Vicente Mártir, situándose en uno de los altares.
Marciano Romano, vecino de Encinillas, recordaba cuando era joven, como “se salía con el santo en procesión, y se animaba la fiesta con la llegada de los dulzaineros de Agejas”. Otra vecina, hermana de M. A. Hernangomez, señala, “estábamos deseando que llegara ese día, porque suponía una jornada de descanso, en medio de todas las tareas agrícolas del campo”. Así, lo corrobora el alcalde M.A. Hernangómez, “sobre esa fecha la mayor parte de las tierras de cebada ya estaban segadas, tan sólo faltaba por recoger el trigo, lo que suponía un parón que aliviaba el trabajo”, quien además añade, “por la mañana pronto se aprovechaba para hacer ‘las hacenderas’, el arreglo o parcheo de los caminos para después de ir a misa y hacer fiesta”.
Paralelamente, algunos paisanos, haciendo mención a la efeméride santoral, recuerdan haber vivido algún nuevo duro episodio de tormentas casualmente ese día, relatan. La memoria y el deseo de la población, sería que en lo posible, se siguiera oficiando la misa en honor al santo, no olvidando de esta manera el origen de esta efeméride conmemorativa en un pueblo y un término de gran tradición agrícola.