La Carta de Naciones Unidas dice “los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la ‘amenza’ o al ‘uso de la fuerza’, contra la integridad territorial y soberanía de un país. El Consejo de Seguridad de N.U. es único órgano investido con los poderes necesarios para autorizar el uso de la fuerza, prohibición de esta que es principio de derecho internacional y norma Ius Cogens. No es menos cierto que la misma Carta contempla el uso de la fuerza en legítima defensa, ejerciendo respuesta adecuada y proporcional a la fuerza recibida “hasta tanto el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacional”.
De sus 15 miembros, cinco lo son con derecho de veto. EEUU, China, Francia, Reino Unido y la Federación Rusa, siendo esta última una parte del conflicto que estos días ocupa tanto interés como la pandemia. La Sociedad Internacional aspira a la consecución de la paz mundial como mandato unánime de los ciudadanos a quienes representa en Naciones Unidas, ”Los estados arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se ponga en peligro la paz y la seguridad internacional ni la justicia”.
En ningún caso la Carta de N.U. contempla cargar con más amenaza y movilización de efectivos los conflictos
Este es el mandato de la Resolución 2625 (XXV), la más importante en la historia de esta organización. El arreglo de las controversias internacionales se basará en la igualdad soberana de los Estados conforme al principio de libre elección de los medios en el seno de N.U. y con las sanciones procedentes que pueda imponer el Consejo. En ningún caso la Carta de N.U. contempla cargar con más amenaza y movilización de efectivos los conflictos. La solución dialogada debe nacer entre las paredes de N.U. y sus órganos. Mucho nos cuesta a los ciudadanos el mantenimiento de todo ese entramado ingente. Si el Consejo sigue siendo inoperativo en casos de incompatibilidad por culpa de ese derecho de veto, a la Sociedad Internacional corresponde dar soluciones, a los ciudadanos pagar sus facturas y exigir eficacia y coherencia.
Ante la falta de una resolución firme del Consejo de Seguridad, instando a la prohibición de la amenaza, así como imponer las sanciones adecuadas, nos encontramos hoy abocados a la decisiones de algunos Estados que, lejos de cumplir los mandatos de la resolución 2625, organizan ingentes concentraciones de medios bélicos de los que carecían hace unos meses cuando dejamos tirado al pueblo afgano y en especial a sus mujeres. Que hipocresía. Movimientos que alimentan aún más, si cabe, el escenario bélico.
las naciones europeas que hemos ‘dinamitado’ y dinamitamos algunas de las fuentes energéticas que deberían servir como remedio extraordinario de emergencia. Nos hemos pegado diversos disparos en los pies de nuestra producción energética y ahora puede que mordamos la mano de los que nos suministran energías lejanas que nos metieron por los ojos durante décadas. Soluciones milagrosas a la reducción de unas emisiones de Co2 que cada día se multiplican a la misma velocidad de antaño, emitiendo o no.
Tenemos claro en España, todos menos uno, que según el artículo 4.2 de la L.O. 5/2005, de la Defensa Nacional, corresponde al Congreso autorizar con carácter previo la participación de las fuerzas armadas en misiones fuera del territorio nacional. El Consejo de Ministros, nacido del partido que años atrás clamaba el no a la guerra, autorizó el pasado 21 de diciembre el envío de tropas, aviones y barcos de ‘guerra’ a este conflicto en particular. Quiero traer a la memoria aquellos acontecimientos pasados cuando España, previo acuerdo del Congreso de los Diputados, a propuesta del Presidente Aznar, envió tres buques sanitarios y 900 efectivos, con el compromiso de “no participar en misiones de ataque o de carácter ofensivo”. Y así se cumplió el mandato.
Hoy ese lobo tiene afilados colmillos en forma de caza bombarderos; vehículos de combate Pizarro y Leopardo de 105 y 120 mm
La respuesta entonces de la oposición fue incendiar las calles con un no a la guerra, del que participábamos los españoles como era lógico, y como base de acusación una foto en las Azores. Aquello fue un “que viene el lobo”, pero el lobo nunca llegó. Hoy ese lobo tiene afilados colmillos en forma de caza bombarderos; vehículos de combate Pizarro y Leopardo de 105 y 120 mm; misiles anti buque; torpedos, etc. Un lobo que ya no viene porque camino de Europa del Este va. Obviamente, sin aprobación y debate previo de los representantes de la soberanía nacional.
(*) Ex Senador Cortes Generales.
