Incorporar el juego en el teatro haciendo que los clásicos se acerquen a nuestra forma de pensar, de ver la realidad en pleno siglo XXI no es fácil. Por eso esta adaptación de la compañía Local, formada por profesores del colegio Claret y estrenada el 22 de noviembre, que parte de la obra de Rafael Azcona y Mauricio Scaparro, es una gran propuesta para aproximarse al Quijote de una forma fresca, divertida y desenfadada. ¿Porqué elegir este montaje? Quizá por ser el 5º Centenario de la publicación de la segunda parte, quizá porque es una obra que trasmite valores o tal vez porque seguimos necesitando a Don Quijote, necesitamos creer en los sueños.
Es precisamente esa frescura la cualidad que destacaría de esta puesta en escena tan coral. En ella una compañía de teatro cuyo director aún no ha decidido el reparto ensaya, escena tras escena, algunos de los episodios más significativos de la ilustre novela. Por unos u otros motivos se va descartando de los principales papeles a los distintos actores que también van interpretando diferentes roles a lo largo de la representación. En escena la sempiterna presencia del carro de cómicos nos lleva mentalmente a cualquier tiempo pasado entre la época medieval y la contemporánea evocando, casi sin querer, el lorquiano teatro La Barraca.
Partimos de un trabajo muy grupal en el que a modo de coro de la tragedia griega los actores apoyan, favorecen, critican o leen todos a una. Esta labor coral, que a veces distrae no sólo por su actividad, sino porque en ocasiones es poco orgánica, apoya, rodea y abraza la interpretación central de las escenas.
Es complicado resumir una novela tan impresionante de manera que las escenas seleccionadas nos dan una ligera idea de lo que sería el argumento general, pero sin profundizar en ninguno de sus rasgos. Los actores consiguen trazar con brillantez algunas pinceladas de los personajes, sobre todo sus características más cercanas a nosotros, las más divertidas, las más conocidas. Pero quedan por el camino esas imágenes del Alonso Quijano más profundo, más poético, del Quijote más desgarrado y amargo. Hubiera sido de agradecer alguno de esos momentos más evocadores solo esbozados en el momento de la muerte de don Alonso, muy bien interpretado por Regina de Andrés.
En esta puesta en escena original y valiente, sobre todo por el gran número de intérpretes que casi todo el tiempo ocupan el escenario, valoramos una serie de aspectos que la hacen muy interesante. En primer lugar situar la acción dentro de otra acción; es decir el teatro dentro del teatro. Esto con no ser inédito sí que acerca a nuestros tiempos la acción, sobre todo en los momentos en que los actores hacen de ellos mismos, destacando el divertido monólogo interpretado por Adrián Sánchez .
Al mismo tiempo la inclusión de música en directo, de mano de Juan Cruz Pastor, Pablo García y Ruth Sánchez, enriquece y potencia la interpretación. Así mismo las salidas y entradas por el patio de butacas dan agilidad y ritmo. El momento de los molinos de viento está muy bien resuelto con imaginación y sencillez.
Por último, la aparición de las marionetas de Quijote y Sancho aportan espectacularidad y colorido para concluir con esa frase tan hermosa sobre la libertad recitada por toda la compañía.
Bien por el trabajo del director y adaptador de la obra que ha sabido, con acierto, solucionar problemas de ritmo y que ha tenido que lidiar con soluciones complicadas frente a la presencia excesiva de tanto actor. Se debería hacer más hincapié en la dirección de actores desde el punto de vista de interpretación que a veces es descuidada y poco orgánica, aunque la dramaturgia ha funcionado en casi todos los casos.
Las interpretaciones de los actores han sido un tanto desiguales pero en general correctas. Debemos destacar las de las mujeres de la compañía que han hecho el papel de don Quijote: bravas, me habéis hecho olvidar que el papel tenía sexo; el idealismo y la locura (bendita locura) y la bondad no lo tienen. Bravo también las que habéis asumido el papel de Sancho Panza: el realismo y la sensatez tampoco tienen sexo. Destaco la interpretación sentida de Elisa Casado y Ana Cristina Martín.
Ellos (Carlos García, Miguel de Frutos, Gonzalo Martínez, Andrés García, Carlos Martín…) han estado adecuados y en algunos momentos muy divertidos, como el de los títeres de Don Gaiferos, los asaltantes de caminos y el caballero de la luna blanca. Gracias por hacernos reir. Gracias por todos los niños y jóvenes que han salido del teatro pensando que Don Quijote está vivo.
El vestuario, por lo sencillo y funcional, ha dado en el clavo tanto como el atrezzo, muy elaborado y extrañamente uniforme. Fabricado por la propia compañía ha sido bien utilizado en los momentos adecuados y ha servido muy bien a los actores.
Aviso para navegantes: es una pena que esta función empiece y acabe aquí. Sería muy deseable que se viera en colegios e institutos no solo de Segovia sino de Castilla y León. Es un gran ejemplo educativo. Ahí se lo dejo a quien proceda.
Por fin, mencionar la emotiva factura de las marionetas, efectuada por Jesús Mª Cabrero, que en su sencillez y encanto dan un broche de oro a un espectáculo que aún no siendo del todo redondo nos da un pellizco en el corazón. Porque palabras viejas y hermosas como amor, justicia, lealtad o libertad, son de todos. Porque Don Quijote y Sancho somos todos.
