Como buen aficionado del Atlético de Madrid, leí con atención la entrevista que el diario As realizó a Joao Félix esta semana pasada en su mansión de Londres. No hacía demasiada falta que diera a entender con meridiana claridad que el método del Cholo Simeone no le atrae demasiado. Salta a la vista, casi, casi, desde que llegó al Metropolitano. Sin embargo -y se lo perdono, pero le pediría que se adaptara cuando regrese (si es que lo hace)-, sí me llamó la atención que dijera que no le gusta sufrir. Ya, ni a mí. Pero la vida es así, no la he inventado yo, y hasta los privilegiados económicamente futbolistas de élite, como seres humanos que son, tendrán que afrontar el sufrimiento, digo yo.
Pensando en esto, muchas veces les dije a mis hijos cuando salían a una cancha que se lo pasaran bien, y que disfrutaran más allá del resultado final del partido. Pero filosofando a partir de la entrevista a este chico, no tengo tan claro que fuera ese deseo acertado o, al menos, real.
Es verdad que si disfrutas, seguramente juegues mejor. La gente hace mejor sus tareas cuando disfruta haciéndolas, pero no siempre es así. Es más, casi siempre NO es así. Algunas veces te lesionarás; muchas, fallarás; y otras cuantas, el rival podrá contigo… en fin, se producirán situaciones que no son las que deseas. Y tienes dos opciones: afrontarlas adaptándote lo mejor posible a ellas y aprovecharlas para mejorar, o abandonar porque no te lo pasas bien.
Por eso el deporte es una magnífica escuela de vida que, me da la sensación, en muchos casos se abandona prematuramente, confundiendo el objetivo de su práctica.
Así que, a partir de hoy, por una vez y sin que sirva de precedente permítanme un consejo (no soy quién para dar consejos a nadie) y díganle a su joven deportista: “sal, adáptate y aprende”.
