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Dionisio Hernández Gil: in memoriam

por Carlos Muñoz de Pablos
18 de enero de 2022
CARLOS MUNOZ DE PABLOS
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¡Oye tú, no te acerques demasiado! (Recordando a Jorge Ilegal)

CARA Y CRUZ EN EL DEPORTE SEGOVIANO

Salvemos nuestro patrimonio en riesgo de ruina

El pasado 7 de diciembre murió Dionisio Hernández Gil. Nació en 1934 en Cáceres. Pertenecía a una familia de prestigiosos juristas, pero eligió la arquitectura como profesión, ejerciéndola con una vocación científica y emocional.

Pensionado en la Academia Española de Roma, dirigió el Servicio General de Monumentos de España. Fue director general de Bellas Artes entre 1983-1986 y primer director del Instituto de Restauración y Conservación del Patrimonio Cultural.

Dionisio Hernández Gil fue uno de los arquitectos restauradores más influyentes del panorama español de los 70-80. Desde sus responsabilidades político-administrativas gestionó con eficacia y rigor la difícil tarea de restaurar, conservar y dar vida a edificios de nuestro patrimonio. Con su natural generosidad incorporó a esta gran labor a jóvenes arquitectos restauradores, creando con ellos nuevos conceptos entre la arquitectura histórica y las formas nuevas. Propició obras arquitectónicas contemporáneas como el Museo Romano de Mérida, de Rafael Moneo o el edificio del Instituto de Restauración (corona de espinas) de Fernando Higueras.

Su influencia tiene un gran recorrido en el tiempo, cuyas aportaciones todavía están vigentes. Tenemos que recordar y agradecer desde Segovia las ayudas que recibimos de Dionisio en el proceso de constitución y fundación del Centro Nacional del Vidrio durante su mandato como director general de BBAA. En ese tiempo, ya estaba formado el patronato con las asignaciones que cada patrón tenía que hacer al proyecto.

La arquitectura de la fábrica de vidrio de La Granja es un exponente modélico de la arquitectura industrial de la Ilustración, un referente de la historia del vidrio europeo que ha llegado hasta nuestros días funcionando con plena eficacia. Recuperarlo y restaurarlo para el nuevo proyecto fue fundamental.

Cuando una arquitectura tan específica se cambia de función, se corre el riesgo de alterarla o desnaturalizarla. En este sentido, la presencia y consejos de Dionisio fueron determinantes para que esto no ocurriera. También es verdad que el continente y los nuevos contenidos eran perfectamente coherentes.

El contenido orgánico del proyecto constaba de tres segmentos básicos interrelacionados:

– Museo Tecnológico del Vidrio.
– Escuela de Formación Superior del Vidrio.
– Centro de Investigación.

Las necesidades para desarrollar estas actividades nuevas encajaban perfectamente en los espacios existentes en la arquitectura de Villanueva.

En este sentido, los criterios de Dionisio fueron decisivos. Él conocía muy bien las obras de Juan de Villanueva, en 1.999 renovó las cubiertas y lucernarios del Museo del Prado.

El proyecto de restauración y rehabilitación de la arquitectura de la fábrica se encomendó al joven arquitecto Ignacio Casas que hizo un proyecto riguroso y bello ejecutado en fases en función de las concesiones económicas que el Estado iba aportando. El amueblamiento de los espacios lo diseñó y realizó otro joven arquitecto, Javier Contreras que lo hizo con unos criterios miméticos, “un traje de sastre hecho a medida”.

En todo este proyecto la presencia y consejos de Dionisio Hernández Gil fueron determinantes. También le tenemos que agradecer las ayudas que de él recibimos para comprar los fondos de la Casa Maumejean pues sin su apoyo y contribución económica no hubiera sido posible.

En aquel tiempo, la Casa Maumejean y sus obras eran prácticamente desconocidas, sin embargo, algunos creíamos que esos fondos representaban un patrimonio artístico con rango europeo que estaba en peligro de dispersarse y desaparecer. Yo trabajé en los estudios de Maumejean como proyectista durante siete años y conocía bien el contenido de esos materiales y lo que significaba su pérdida. Antonio Martín, propietario de Cristalerías Cervantes, había comprado en 1969 la firma Maumejean con todos sus bienes. Su actividad industrial y próspera estaba muy lejos de dar continuidad ni siquiera mantener la trayectoria artística que tenían los estudios y talleres de Maumejean. Antonio no supo o no pudo con tal empresa y se fue deshaciendo de los bocetos, cartones y vidrieras que componían tan valioso legado. Mi relación con Antonio Martín y algunos de los pintores-vidrieros del antiguo equipo me permitieron conocer esa situación interna. La preocupación por la posible dispersión y pérdida de tan valioso conjunto me alarmó. Antonio me propuso que le fuera comprando, para mi taller, los bocetos y cartones que él no utilizaba. Pero esto no estaba en mi proyecto personal porque mi forma de trabajar es distinta: yo no realizo vidrieras con bocetos y cartones de otros autores. Por otra parte, siempre creí que los fondos de Maumejean eran una parte muy concreta de la historia del arte de este país y por lo tanto debían integrarse en su patrimonio con todo su reconocimiento.

Comenté a Erik Clavería, secretario del patronato de la fundación, esta situación y lo que significaban los fondos de Maumejean y decidimos proponer al patronato la posibilidad de ir comprando para el proyecto del centro nacional del vidrio lo disponible, aprovechando la oferta que me había hecho Antonio. Buscamos el apoyo de la Dirección General de Bellas Artes y su director, Dionisio Hernández Gil. Su apoyo y la ayuda fue inmediata y total.

La comisión dio su visto bueno a la adquisición

El proceso administrativo que el Estado tiene para la adquisición de bienes culturales y artísticos es muy estricto. El Ministerio de Educación y Cultura dispone de una comisión de expertos compuesta por juristas, historiadores y competentes en arte que son los que evalúan la conveniencia de las compras. Esta comisión la componían veintitrés miembros presidida por Antonio Bonet Correa. Uno de los vocales era Eduardo Capa Sacristán. Lo primero que nos pidieron fue un informe sobre Maumejean y lo que significaban sus fondos y el archivo que pretendíamos adquirir y su valor como posible patrimonio público. Hicimos el informe y además tuvimos una reunión personal con el presidente de la comisión y con Eduardo Capa como vocal para documentarles con datos algunas circunstancias que no se mostraban en el informe escrito. La comisión dio su visto bueno a la adquisición. Las compras de todas estas obras adquiridas por el Estado español están asignadas al Museo de Artes Decorativas y en depósito en el Centro Nacional del Vidrio, según convenio que se hizo con la aceptación de Gabriel Moya, director entonces del Museo de Artes Decorativas.

Las compras de las diferentes partidas son:

Bocetos: 9.180 ejemplares.
Cartones: 26.130 m2.
Placas fotográficas: 6.288 unidades.
El importe que se pagó por esta obra de de 8.000.000 pts.

Seguramente esta es la inversión más ventajosa realizada por el Estado español como patrimonio artístico.

Además se compraron 27 vidrieras, éstas por parte del Centro Nacional del Vidrio. Algunos de estos paneles de vidrieras que Maumejean tenía en su exposición permanente en el estudio del paseo de la Castellana son testimonios irrepetibles, en su tiempo fueron exámenes de maestría de los pintores que accedían a formar parte del equipo de Maumejean.

La actividad del Centro Nacional del Vidrio está centrada prácticamente en el vidrio hueco, inercia histórica incompleta. El Centro Nacional del Vidrio ha descuidado la presencia técnica y cultural del vidrio plano como forma histórica. Se ha prescindido de lo que significa en la arquitectura de todos los tiempos a nivel universal.

El rescate y existencia de los fondos de Maumejean han aportado al centro esa parte imprescindible. Con ellos se justifican y mitigan esas carencias.

En 1998 acontece un cambio total en el patronato del Centro Nacional del Vidrio con la renovación de la presidencia y secretaría. Con ello se produjeron formas distintas de conducir el proyecto inicial.

A este nuevo patronato no le interesó rescatar los restos que todavía quedaban de los fondos de Maumejean, que eran únicos.

El desguace del conjunto de esos bienes se siguió produciendo y Antonio Martín vendió la marca registrada de Maumejean a particulares, junto con algunos bocetos y cartones que estuvo utilizando en sus últimos trabajos.

A mí me ofreció y compré materiales distintos que creí que había que rescatar

A mí me ofreció y compré materiales distintos que creí que había que rescatar, entre ellos varias máquinas alemanas de perfilar plomo, un conjunto de libros de vidrieras con reproducciones de grabados en talla dulce y láminas litográficas de color, también vidrios de color soplados y, lo más valioso, dos de las tres vidrieras modernistas (Combate y jaguares) que Maumejean mostró en la exposición internacional de Barcelona (1929-1930). Todavía quedaron en los almacenes de Canillas 33 obras y objetos valiosos e interesantes que mi modesta economía no pudo asumir.

A pesar de este desenlace incompleto, debemos estar satisfechos de haber conseguido recuperar para el patrimonio de este país gran parte de los fondos de la historia de la Casa Maumejean depositados en el Centro Nacional del Vidrio, gracias a la intervención y apoyo de Dionisio Hernández Gil. Sin él no hubiera sido posible.

Los que le conocimos en la distancia corta no podemos olvidar la humanidad que irradiaba en todo lo que decía y hacía.

P.D.: Esta breve referencia a la fundación del Centro Nacional del Vidrio y la compra de los fondos de Maumejean están empapados de la presencia constante de Erik Clavería Soria, que promovió desde el Ayuntamiento de La Granja este ambicioso proyecto que él llamó: ‘Gestión políticfa de una utopía’ y que estuvo a punto de cumplirse como tal. Lo que no puede silenciarse es el esfuerzo que puso en ello.

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