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Dímelo en la calle

por Gonzalo Vázquez
26 de marzo de 2022
GONZALO VAZQUEZ
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Salvemos nuestro patrimonio en riesgo de ruina

Intrascendente celebración

Jacinto Guerrero y ‘El Huésped del Sevillano’ en el Cervantes

Una tarde del siglo pasado me quedé encerrado en el baño del Bar Niágara. Solo unos minutos, pero mi cabeza de niño se atormentaba por no entender como yo podía oír a la gente de fuera y ellos a mí no. De mayor te das cuenta que oír la calle no significa que la calle te escuche y esa verdad acompaña a todos los que gestionan lo público. La izquierda considera que esa comunicación directa es la política real y que no debe ser profanada por otras fuentes de poder ni por otras circunstancias. De hecho, mientras Aznar hablaba de España, Felipe lo hacia de “la sociedad” y Anguita directamente de “la calle”.

Pero de vez en cuando la izquierda recibe llamadas reales de la ‘realpolitik’ y deja colgada a la calle, como cuando Zapatero presentó la congelación de la pensiones contributivas y un recorte de los salarios de los funcionarios. Cuando los demás grupos de izquierdas le pidieron explicaciones contestó: “Esto es muy difícil, desde dentro no siempre se puede hacer lo que desde fuera se considera lógico”. La llamada de Bruselas había acabado con sus principios y muchos votantes socialistas de la calle se quedaron sin casa donde ir.

El asunto del Sahara es de este tipo de llamadas de la realpolitik. El mismo día de la invasión de Ucrania, dos mil inmigrantes saltaron la valla de Melilla con la complicidad de los agentes marroquíes. EEUU no quiere más líos ni acabar su idilio con Marruecos, la OTAN se pone de perfil porque somos el segundo país del tratado que menos gasta en defensa en términos de PIB y la UE siempre ha considerado esta frontera como un asunto bilateral. Lo que podría haber sido una oportunidad de reforzar el liderazgo internacional de Sánchez se interpretó como precipitación, oscurantismo o debilidad. El Gobierno en dos días prometió el aumento del gasto militar y mandó una carta en los mismos términos de asunción de la solución marroquí que ya habían hecho los americanos, franceses y alemanes. Seguramente, abrir el debate y contarlo a socios u oposición hubiera traído mas ruido en un asunto que requería silencio y discreción.

La parte de Podemos del Gobierno, Ione e Irene, la que llaman ‘partido de la guerra’ al PSOE se escandalizaron un rato, porque vienen de una cultura de calle en la que las banderas del Sahara y Palestina están tan arraigadas como Silvio Rodríguez o Los Chikos del Maíz. Poco rato, conscientes de su irrelevancia en el Gobierno y con la sensación de que son capaces de renunciar a su electorado antes de renunciar a su cargo. Como quedarse encerrado y quedarse callado. Algo así como la izquierda ‘antifactista’. La que que se opone ante los hechos. Es por eso que Rufián, nueva conciencia de Podemos, se pregunta si la izquierda de la calle es útil cuando gobierna. Que Sánchez haya domesticado a Podemos parece mandar un mensaje a Feijóo de si el será capaz de hacer lo mismo con Vox. Pero no es fácil que el gallego se sienta interpelado. Ni ahora ni en el futuro. Abascal, en cambio cree que hablan de él incluso cuando se callan y es de los que dice lo de “dímelo en la calle” en cuanto entra en un despacho.

UP y PSOE llevan una legislatura pugnando por demostrar quien es mas de izquierdas en no dejar a nadie atrás. Pues aquí tienen una oportunidad de salir a la calle con el escudo social. Mientras Sánchez está en Europa hablando de una pandemia mundial, una guerra y una crisis energética y de suministros, Consumo o Derechos Sociales podrían hacer algo por estos colectivos que el año pasado eran los héroes que nos traían la comida al supermercado. Hay una demanda social y no hace falta asomarse a una estadística. Basta hacerlo por la ventana.

El mayor error de esta semana no es el Sahara del que solo quedará la calima, ni la gestión de las huelgas que se desconvocarán, sino la criminalización de los manifestantes basado en ese mantra falso de la izquierda de “ser más tonto que un obrero de derechas”. Insultar a la gente del campo como si fueran todos Martínez de Irujo o los transportistas fueran como ‘Pesetoloko’ puede tener un efecto no buscado. Son, en su mayoría, trabajadores precarios, un caladero de votos fundamental en un momento en que todos los partidos se están reposicionando en el nuevo escenario. Llamarles derecha pueden acabar por convertirles en derecha. Aunque sea por un rato. Sacar a la gente a la calle es fácil. Lo difícil es que vuelvan a casa. La calle está llena de humillaciones para los orgullosos que la desprecian o utilizan. Mejor decírselo en la calle.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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