“Estás jugando en el Atleti, tienes que ser diferente”, se oyó en el minuto 68 desde el banquillo rojiblanco del equipo cadete. En la Liga de los mayores, la profesional, cualquiera sonreiría y relacionaría estas palabras con el carácter sufridor de los colchoneros. Ayer, sin embargo, en la final de la Real Sitio Cup frente al Alcobendas, el míster parecía hacer referencia al nombre y al apellido. Simplemente a eso. A lo que implica formar parte del Atlético de Madrid. En un torneo de fútbol base. Grave error.
Grave error porque hasta que diez minutos después el jugador al que se lo decía, Jaime, marcó el segundo gol del Atleti, la única diferencia que había existido en el partido la había marcado el Alcobendas, habiendo pasado de ser en la primera parte un equipo achicado por el nombre del rival en el que el único que parecía querer sentirse superior era Alvarito, con sus insistentes carreras por la banda izquierda, a un más que digno contrincante en la segunda mitad, donde fue claramente superior al Atlético de Madrid.
Durante los primeros 40 minutos, el Atlético pudo sentenciar el encuentro hasta en cinco ocasiones. El centro del campo era suyo, gracias a su capitán, Pablo, y a un pequeño argentino llamado Oliver que mandaba el balón donde quisiera que sus pies desearan, pero arriba Jorge García era incapaz de rematar los centros que le llegaban, y Álex, portero del Alcobendas, tuvo 10 segundos de gloria en los que salvó a su equipo con dos paradones seguidos.
Luego, y párrafo aparte, llegó un jugadón del colchonero Samuel que acabó con el 1-0 con el que se llegó al descanso.
Parecía que sí, que el talento individual de algunos rojiblancos iba a marcar la diferencia como grupo y, sin embargo, tras la salida de los vestuarios, el cambio lo experimentó el conjunto naranja. El Alcobendas, aupado por una de las mejores aficiones que ha visitado La Granja, hizo correr a su fe los metros que sus piernas se veían incapaces de esprintar. Guille marcó el empate. Alvarito continuó repasando la banda. Cabezuelo dio dolor de cabeza a su par. Y entonces, justo en el momento en que el Alcobendas ya no podía más, Jaime marcó el gol que dejó patente la única diferencia real; la que eliminó las tablas del marcador.
