En el mes de abril se celebra el Torneo ‘La Liga Promises’, que se caracteriza por ser el torneo de los papás y las mamás de los niños participantes, junto con informadores y representantes de agencias dedicadas a la caza y captura de los jugadores más sobresalientes. Los agentes, aparte de venir ya informados de las cualidades que se vislumbran en algunos de ellos, contrastan informes que ya tienen, y entablan relaciones con los familiares de las jóvenes promesas.
Este mundo está tan corrompido que no importan las formas. Se da el caso de que jugadores de los primeros equipos están sirviendo de informadores a agencias dedicadas a estos menesteres para obtener alguna recompensa por los informes, e incluso, preparándose un trabajo para cuando se retiren de jugar.
Ha salido a escena el caso de dos jugadores de un equipo de Primera División que han facilitado el fichaje de un jugador infantil de su club, por otro equipo de Primera, consiguiendo el enfrentamiento entre clubes. En este mercado no hay escrúpulos.
Son jóvenes llamados a deslumbrar que están en las mejores cunas del futbol. Son diamantes sin pulir, minas de oro por los que muchos quieren apostar y tenerlos con ellos. Los clubes se los rifan y el mejor postor obtiene el premio. Pero, a diferencia de lo que sucede con el oro que es un mineral precioso, los niños tienen sentimientos. Hay que educar a los niños y a los familiares para que no sean frágiles ante estos depredadores, buitres que vuelan a su alrededor. No perdamos de vista que hablamos de niños, que hace muy poco que estaban jugando con sus amigos. En el mundo del deporte, dos más dos, es igual a una incógnita.
