Es un día que se dedica todos los años de forma festiva y religiosa a recordar a nuestros difuntos. Su celebración a lo largo del tiempo ha ido variando tanto en los detalles y oficios religiosos como en la propia evolución de la sociedad, si bien el recuerdo y añoranza de nuestros familiares, amigos y antepasados fallecidos se hace imborrable y sigue siempre presente a lo largo de todo el año.
En Valseca se localizan tres lugares dedicados en el tiempo al enterramiento: el interior de la iglesia, donde se mantienen algunas inscripciones en el suelo y en el exterior del templo, en el que han aparecido restos humanos en las distintas obras; en el cementerio viejo, situado en las Eras de Abajo, en donde pese a estar clausurado se mantienen un buen número de sepulturas, y por último, en el cementerio nuevo, del camino de Hontanares que recientemente ha sido ampliado.
El Día de Todos los Santos hace años era una jornada de silencio y recogimiento, incluso de oscuridad. Cuentan nuestros mayores que hasta el campanario de la iglesia se subían dos personas, y durante buena parte de la noche se encargaban de tocar las campanas a sonido fúnebre, y con las luces del casco urbano apagadas. De forma solidaria varias personas se encargaban de subir la cena a los campaneros, que según dicen eran de la familia de los Farrucos. La memoria nos lleva hasta el cementerio viejo, seguramente sería abierto a finales del siglo XVIII, a raíz de la época en que el rey Carlos III prohibió los enterramientos en el interior de los templos y ermitas. Una valla de piedra lo bordea y en su interior destaca el pequeño edificio del depósito. Da un poquito miedo y rubor; en su interior aún se localizan una mesa de madera en la que se hacían las autopsias y choca ver en el suelo una sabanilla blanca que perdura. Cruces y cruces de hierro forjado llaman la atención, bien en varios sitios acumuladas, ya retiradas en el tiempo de sus sepulturas y otras yaciendo en la misma tumba. En sus letras ovaladas todavía se pueden leer nombres y decenas y decenas de apellidos propios de Valseca. Tan solo resalta un único nicho, el dedicado al antiguo secretario del Ayuntamiento, Marcelino Callejo y Callejo.
En la parte central del camposanto se distingue la tumba de un antiguo sacerdote, y reposada en la pared otra losa de piedra de caliza, igualmente de un presbítero. Existía la tradición de enterrar a los mismos siempre en el centro del cementerio. Las demás tumbas de mármol blanco y gris, llegarían más tarde.
Años atrás en este último cementerio, el párroco acudía acompañado de la Cruz Parroquial y dos hermanos de la Cofradía de las Cinco Llagas y recorría durante este día, entre rezos todas las tumbas una a una.
En cada lápida reposaba una vela gruesa envuelta en blanco o en rojo y, como es propio, muchas flores y centros colocados por los familiares. Desde hace años y ya abierto el cementerio nuevo, familiares y amigos continúan asistiendo de forma masiva en este día tan señalado. Un camposanto nuevo con calles, cedros, sepulturas de mármol y también nichos, que recoge el sentimiento y el pesar de nuestros vecinos, entre flores, el oficio general de nuestro párroco y séquito desde la iglesia hasta ya en el cementerio y compartir rezos y confraternidad entre todos los presentes.
