Empezaremos por el final; por la última pregunta. Por aquella que muchos se hacen pero que quizás sólo un periodista puede formular, ¿la gente sabe a lo que va cuando se le propone una jornada de puertas abiertas en el PCMASA 2? Así, con tantas siglas, resulta difícil contestar con un “sí” rotundo. Quizás si se les habla en un idioma alejado de los walkie-talkie y los mensajes cifrados… Visita a la antigua Base Mixta de Segovia.
Aún así, cuesta; incluso para los hijos de algunos militares que están acostumbrados a acudir a actos oficiales en la Academia de Artillería. Una de las señoras que forma parte del grupo de cerca de veinte personas lo sabe bien “no es lo mismo, no tiene nada que ver”.
“Lo decimos muchas veces, somos los grandes desconocidos del Ejército en esta ciudad; los coches y las personas bordean el recinto cada día pero no se imaginan la nave que tenemos y todo lo que llegamos a hacer”, comenta el brigada Ansoleaga, encargado de guíar a uno de los grupos de visitantes por las instalaciones, al tiempo que reparte pins y llaveros con el escudo de la Base, que ponen el punto final a un recorrido en el que se han montado y desmontado piezas de carros de combate… y también de algunos prejuicios.
“Los militares somos los últimos que queremos ir a una guerra, se lo puedo asegurar, pero debemos estar preparados en la paz” le cuenta el brigada a otra señora después de haber comenzado la visita por los almacenes de piezas, modernos y militarmente organizados, y mientras los pasos se dirigen hacia la nave central; un edificio que, según comenta el cicerone más tarde, está en trámites de ser declarado de Interés por su forma de estar construido a base de roblones sin soldadura.
Esta zona es el núcleo del PCMASA 2, el centro “número dos de mantenimiento de material, principalmente americano; el número uno está en Villaverde y allí se ocupan del europeo”, como bien explica el brigada. Aquí, “en trece puestos de montaje y desmontaje a lo largo de doscientos por cien metros de talleres, arreglamos los TOAS; cerca de un centenar al año”, procedentes, algunos de ellos, de misiones como la de Afganistán.
El paseo transcurre entre mecánicos militares y civiles, hombres y mujeres, arreglando carros de combate cubiertos de barro y grasas que, paso a paso de la cadena van perdiendo y recuperando sus piezas. Las explicaciones sobre las aptitudes anfibias de estos vehículos acercan la jornada de puertas abiertas al final, y fuera de la nave, como si agradeciesen de forma pacífica -pues no siempre son guerreras- la visita, varias piezas de artillería de diferentes años y batallones hacen pasillo junto a la fachada a quienes han querido acercarse, por un día, a más de doscientos años de Historia.
