“Nosotros venimos del futuro”, dicen actualmente los venezolanos al llegar a España. A pesar de las diferencias evidentes entre ambos países, a los venezolanos les resulta familiar lo que está pasando en España hoy. La tiranía venezolana, ejercida por presuntos-delincuentes-a-la-espera-de-juicio en la Corte Penal Internacional por delitos de genocidio, empezó con una democracia madura asediada por la corrupción y los escándalos políticos. En España, que afortunadamente tiene al frente a un Rey ejemplar en todos los sentidos, hay causas judiciales abiertas contra el Fiscal General, contra el número dos del principal partido de gobierno, contra la esposa y el hermano del presidente y, tras las declaraciones del empresario-espía Víctor de Aldama, la sombra se extiende al propio presidente del gobierno, a parte de sus ministros, dos presidencias autonómicas y la presidencia del Congreso de los Diputados: ¿ha llegado el futuro?
Semejante panorama justifica la impresión de “deja vu” de los exilados del chavismo. Pero cuidado, lo que resulta más preocupante mirando las cosas desde el futuro no es lo más evidente, eso que cualquiera puede ver en medio de la tormenta política. Desde el futuro lo que se ve con auténtico terror es el deterioro cognitivo y espiritual de la ciudadanía, de la gente, el perjuicio individual y profundo que describe Joseph Roth en su obra “El Anticristo”, justo antes de estallar la segunda guerra mundial. La maldad narcisista primigenia que para Roth es el daño más difícil de percibir (y por tanto de corregir) sucede dentro de cada uno de nosotros y la conciencia lo esquiva.
Comencemos por tratar de entender a los mandamases españoles actuales y después a los demás. A Aldama, especie de ministro de exteriores oficioso del Reino de España le tirotean su coche en medio de las averiguaciones del llamado caso Koldo. Una vez en prisión, y con una alta probabilidad de que los autores de los disparos tuviesen vínculos operativos entre los internos de Soto del Real donde ha estado preso por seis semanas, Aldama decide declarar y convertirse en testigo protegido. Esta manera de proceder del millonario empresario es más que comprensible, aunque puede que en su afán por salvaguardar su pellejo se haya excedido en algunos detalles al declarar voluntariamente ante el juez. Por otro lado, sobre el comportamiento de los miembros del gobierno de Sánchez (y sobre él mismo) no es prudente reflexionar mucho, porque es evidente que todos siguen el “Manual de resistencia” del líder cuya premisa básica es mantenerse en el poder.
¿Cómo reaccionan los vecinos ante el deterioro de lo colectivo en España? Las tertulias de radio y televisión lo revelan con nitidez, dan por descontado que ya se sabe que Sánchez miente y que lo único que resta es comprobar si sus mentiras serán penadas judicialmente o no: un titular de prensa reciente preguntaba retóricamente “¿Usted cree a Sánchez o a Aldama?”. No es fácil encontrar gente que se rebele ante el hecho de que mentir se haya convertido en un comportamiento aceptable. La legislatura actual, que une partidos de derecha y de izquierda, se basa en el bulo de la “coalición progresista” que el presidente repite constantemente y sin sonrojarse. El desistimiento moral colectivo es el triunfo supremo de la anti política, “El Anticristo” al que tanto temía Roth y que no tiene tanto que ver con la religión como con la claudicación de la conciencia individual.
Lo que favoreció la aparición del populista Chávez en Venezuela hace 25 años fue la corrupción generalizada, pero, cuidado de nuevo, corrupción de políticos y ciudadanos: la gente solía decir entonces que, ya que todos los políticos roban, los menos malos son los que no son sectarios y dejan robar a los que no son de los suyos. A los venezolanos les cambió el alma el sufrimiento producido por la tiranía. Los que se quedaron en Venezuela (dos tercios del censo electoral) han sido capaces de rebelarse y demostrarle al mundo el rechazo casi unánime de la mentira y la manipulación: las elecciones del 28J han sido eso, no unas simples elecciones presidenciales al uso. En España, la situación ahora es explosiva. La corrupción campea a sus anchas mientras casi medio millón de personas han sido abandonadas en Valencia cuando más lo necesitaban, y más del 25% de todos los españoles está en riesgo de pobreza. Otra variable, nada despreciable (por su poder manipulador), es el acecho de Rusia, cuyo discurso actual no es marxista sino moralista (ortodoxo cristiano) impulsado por prácticas delincuenciales expertas en el envenenamiento de las mentes y los cuerpos. Desde el futuro se vislumbran cosas distintas a las del pasado. Se ve claramente, por ejemplo, que es malo que un país sea gobernado por presuntos-delincuentes-a-la-espera-de-juicio, que mentir es malo, y que la verdad, por dura que sea, es siempre el mejor sustento de la vida en común.