Desilusión, es lo que nos embarga en estos días después de las Navidades. Los ciudadanos deambulan con bastantes dosis de desánimo. Las calles poco concurridas, los establecimientos comerciales, a un tanto por ciento bajo de visitas, y a todo ello, se suman las impertinencias de la borrasca Filomena y la ola de frío que le ha sucedido. No le faltan razones al asunto, como las continuadas muertes y contagios de personas que dan cifras desorbitadas; las tan cacareadas vacunas, no terminan de llegar con la celeridad que se pregonaba. La situación económica no es nada halagüeña, sino todo lo contrario, lo que obliga a muchas familias a reducir el gasto y ser precavidos ante lo que pueda suceder, más aún, con la anunciada y significada subida de la factura de la luz. En muchas conversaciones, se dejan caer algunas anotaciones que obligan a la reflexión. Por ejemplo, en Cuéllar, que hace una década disfrutaba de unos cien establecimientos relacionados con la hostelería, las cifras para este año auguran su descenso a la mitad, con lo que ello conlleva de parón en la cadena económica que en el sector se genera. Las alegrías de las tradiciones navideñas quedaron ofuscadas, y las próximas, de ancestral costumbre, Candelas, Águedas, Carnavales y más, pasarán cubiertas por el fino velo de los recuerdos… .
