A finales del mes de octubre de 2004, el campo de La Albuera se quedó pequeño para acoger el partido que enfrentó a la Gimnástica Segoviana con el Athletic de Bilbao en la primera ronda de la Copa del Rey. Dos años después, el equipo azulgrana jugaba un partidazo en en Ramón Sánchez Pizjuán y caía con la cabeza bien alta frente a un Sevilla que ya tenía trazas de súper equipo esa temporada. Por aquel entonces nadie lo sabía, pero la Gimnástica Segoviana estaba firmando las últimas páginas de su dilatada historia.
“Alguien vendrá”. Esa es la frase que más se ha escuchado en los últimos quince años de historia de la Segoviana cuando se decía que el club pasaba por sus peores momentos, y que nadie querría hacerse cargo de él. Y lo bueno del caso es que alguien venía al rescate. Baldomero, Goyo Garrido, Tovar, Soriano… siempre llegaba alguien que proporcionaba una cierta estabilidad institucional al club, que siempre andaba con los dineros (mejor dicho, la falta de ellos) a vueltas.
Pero ahora no hay nadie. La Segoviana se mueve dando tumbos con una Junta Gestora cuyo presidente se ha empeñado durante meses en enfrentarse con la plantilla a cuenta de lo mucho que cobraban algunos jugadores, en lugar de hacer lo que haría cualquier gestor, explicar con claridad la situación a sus trabajadores, y hacerles partícipes de las posible soluciones que existen a los problemas económicos del club. Dos convocatorias de elecciones plagadas de rumores, de dimes y diretes con la Segoviana en la boca, para al final dejar desierta la lista de presidenciables han dejado a la entidad con una sensación de desamparo que en poco ya pueden paliar el delegado territorial de la Junta y el alcalde de la ciudad, habituales en el palco para ver los partidos del equipo.
Los futbolistas de la Segoviana han tardado seis meses y medio en darse cuenta de que están solos. Mucho más solos de lo que piensan, habida cuenta del número de aficionados que, cada vez menos, se dan cita en el campo de La Albuera, y de los pocos seguidores que se atreven a llevar a cabo modestas iniciativas para poder llevarles algo de dinero a sus bolsillos.
Y cuando los jugadores se han visto solos en su empeño, cuando se han dado verdaderamente cuenta de que importan muy poco y de que su primer intento de plante fue tomado casi a broma, sofocada la “rebelión” con una simple convocatoria de elecciones, ha sido cuando han dicho basta, y han decidido hacer lo único que puede hacer un trabajador cuando no se le paga, aguantar hasta que no puede más, y luego ponerse en huelga hasta que se le pague.
Tal y como jugó la Segoviana ayer frente al Astorga, en esta ocasión la decisión tomada el pasado jueves por la plantilla parece ir totalmente en serio. El equipo dio la impresión de estar ya en huelga frente a un rival que no había ganado un solo partido fuera de su casa en toda la temporada, pero que en el campo de La Albuera mostró mucha más concentración que su oponente. Quizá fuera porque los jugadores del Astorga se jugaban escapar del descenso, mientras que los de la Segoviana no tenían la cabeza para ruidos, sabedores de que solamente se jugaban tres puntos más, los que posiblemente les iba a quitar el Comité de Competición si llevaban a cabo, como tienen decidido, no jugar el siguiente encuentro en el campo del Santa Marta.
Eso sí, el Astorga no se fio un pelo de la Segoviana hasta que tras el descanso se dio cuenta de que el noventa por ciento de los jugadores azulgrana no estaba en el partido. Tan solo Ramsés lo intentaba con machacona insistencia una y otra vez por el carril derecho, pero el resto de sus compañeros no le seguía. Con el centro del campo absolutamente desconocido, las bandas nulas y la defensa dando ciertos síntomas de inconsistencia, la Segoviana no daba la impresión de poder con sus rival en una primera parte lamentable, pero que se convirtió en buenísima viendo lo que hizo el equipo azulgrana en el segundo tiempo.
El único remate con un cierto peligro que hizo el equipo de casa en todo el partido lo realizó Maroto al filo del descanso, con un cabezazo que se marchó fuera. En el segundo tiempo, la Segoviana literalmente no chutó a portería. Su juego fue perdiendo enteros hasta que el Astorga ya no tuvo más remedio que ir a por el partido.
Un par de arreones visitantes sirvieron para comprobar que la defensa azulgrana estaba como el resto del equipo, es decir, sin estar, y Diego puso a prueba a Durán en un lanzamiento que el portero azulgrana rechazó en gran intervención. Poco más tarde, en un balón colgado al área tras una falta de Yaco, Aláez remata flojo al primer palo, pero ante el asombro de todos, Durán no consigue atajar el esférico, que acaba entrando en la portería.
Fue el principio del fin del partido, porque desde ese momento y hasta el final del choque la Segoviana no realizó una sola jugada de mérito digna de convertirse en gol. La huelga de los jugadores comenzó el jueves, mientras que el club lleva casi un año pendiendo de un hilo. La pregunta ahora es ¿hay alguien a quien le importe?.