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El Adelantado de Segovia

“Demasiado viejo para el Rock and Roll

por Santiago Sanz Sanz
23 de agosto de 2022
en Tribuna
SANTIAGO SANZ
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… demasiado joven para morir”, era el título de una canción de mediados de los 70´s que forma parte de un álbum conceptual de igual título y que está en mi colección de vinilos desde, aproximadamente, una década después a su publicación. Una época en la que mis compras de acetatos, eran directamente proporcionales a mi solvencia y sobre todo, una prioridad para el gasto de mi cartera. Un disco que, en su día, sufrió de cierto trasiego entre las casas de los amigos y un título, el del LP mencionado que, bastantes años más tarde y de manera recurrente, ha terminado convirtiéndose en la coletilla mental de cada una de las ocasiones en que noto cierta mengua de “mis facultades”. Cosas de la edad.

Un poquito a colación y a modo de coincidencia, un buen amigo me envió recientemente un artículo en el que su autor comentaba que a su vez, había leído en “The Guardian”, una publicación de D. Dylan Wray, acerca de unos estudios sobre la existencia de cierta tendencia natural que tienen los humanos (ojo, una vez cumplidos los treinta), a perder parte de la “curiosidad” por diversos temas en general y con la música en especial.

Parece ser que, en lo que a la música se refiere, a partir de esa edad, se deja de investigar y por lo tanto, de explorar el espectro de lo novedoso para terminar refugiándose, ineludiblemente, en los vinilos de la estantería, en los CD´s acumulados en la guantera del coche o en el archivo de audio de los correspondientes teléfonos. Lo que sí es seguro y creo que podríamos estar todos de acuerdo, es que hay determinados momentos de la vida en los que la música adquiere un mayor protagonismo. Por ejemplo: la adolescencia y la juventud, son esas etapas en las que se disfruta de todos aquellos procesos de socialización y de intercambio, con todo aquello que musicalmente nos llamó “especialmente” la atención, hasta convertirlo en el protagonista ambiental de los respectivos contextos. Son las etapas en las que la música puede llegar a ser el aglutinante del personal generando vínculos, incluso, por qué no, haciendo algunas veces de filtro y en otras muchas ocasiones, actuando como un hilo conductor de los sentimientos de la mano de su inherente aporte emocional. Recuerden que también son los momentos en los que se desarrolla mucha de la sensibilidad y puede que también, una receptividad al respecto, que nos acompañará por mucho tiempo. A lo mejor, tanto o más que ese puñado de vinilos viejos que guardamos con tanto celo, y que cuando los ponemos, abren los resquicios por donde visualizar viejas caras conocidas con unos cuantos años menos y siempre de la mano de un montón de recuerdos.

Parece que los mismos estudios llegan a concluir que, con la edad y añadiría que siendo víctimas de la galbana, se nos pueden esfumar la emoción y las ganas, de asistir a festivales y conciertos. Eso sí, también les comento que, mi amigo, melómano certificado y podría decirse que hasta decano en algún que otro festival metalero, sería una excepción a todo esto.

En mi caso, aunque no estoy del todo de acuerdo con la mentada afirmación, sí añadiría que, en mitad de esos eventos, algunos ya empezamos a mirar de reojo, los asientos del graderío y además, empezamos a hacerlo con verdadero deseo. Pero haciendo de tripas corazón y entregados a la inercia de los festivales y de los conciertos veraniegos, podemos certificar que, este verano, al compás musical de la vuelta al ruedo, se volvieron a recuperar aquellos rituales de complicidad que iluminaban las caras de los presentes: los del propio grupo y los de los grupos ajenos. Que también se volvieron a escuchar los tintineos, de muchos brindis espontáneos, con las primeras sacudidas de los riffs guitarreros. Y que, entre el gentío, aquellas dos miradas que siempre se buscaban cuando sonaban los primeros acordes de una determinada canción, volvieron a conectarse con éxito. Por supuesto, se volvió a bailar, a cantar, a beber, puede que algunos en exceso y que, como consecuencia de ello y haciendo gala de cierto don de la inoportunidad fisiológica del sujeto, la canción favorita de alguien sonase mientras este estaba en el aseo. Cosas de la edad… espero.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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