Decía yo el cinco de noviembre, “El sábado pasado me desplacé de Madrid a Segovia, con un único objetivo: asistir al partido de la Segoviana. Igual lo he hecho este sábado siete de diciembre, ahora para ver a la Segoviana con el Club Unionistas de Salamanca. Segovia estaba llena con el mismo ambiente de turistas y visitantes, aunque con más frío. Cuando viajaba en el autobús, mi ilusión se anticipó al posible resultado y ya tenía el título preparado : “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”. Mi optimismo, como el de los 3.000 aficionados que acudieron al encuentro, se desprendía de la remontada que logró la Segoviana al Andorra en los dos últimos minutos del encuentro, que llevó al delirio a todos los seguidores. El partido de la Segoviana con el Unionistas tenía un doble aliciente: competían dos equipos de la misma región por la victoria, pero al mismo tiempo se notaba ese punto de hermandad de pertenecer a la misma Comunidad de comuneros.
Salamanca es, en la Comunidad de Castilla y León, la ciudad que, por derecho propio, tiene una historia académica universitaria de ocho siglos ininterrumpidos, muy arraigada, creando y divulgando conocimiento. A sus facultades acuden estudiantes de todos los territorios y entre todos forman una enorme masa estudiantil. Dos son los nombres históricos ligados a su universidad que interesa en estos momentos destacar: Fray Luis de León y Miguel de Unamuno. A Fray Luis de León, profesor en su universidad, pertenece la frase del título de esta columna. Según la atribución secular, la pronunció al entrar en el aula a dar la primera clase, después de haber estado encarcelado durante cinco años por la Inquisición, como si su ausencia hubiera sido un simple catarro de dos días. Por su parte, Miguel de Unamuno fue su rector y a él se atribuye otra frase célebre: “Venceréis, pero no convenceréis, enfrentándose en un acto en la universidad a Millán Astray, cuando dijo: “Muera la inteligencia, viva la muerte” .
Combinando todos los términos en esta breve coctelera, en el partido del sábado se enfrentaron la inteligencia que procedía de Salamanca con la pasión y el entusiasmo aguerrido de Segovia, con menor historia universitaria, pero con dos estatuas en sus calles que alumbran su gran pasado, si a ello unimos la celebración del 550 aniversario de la proclamación de Isabel I: alrededor de la estatua de Juan Bravo se arremolinaban el sábado grupos de turistas y viajeros que oían las explicaciones de los guías turísticos y abanderados de turno. Más solo permanece en la Plaza Mayor Antonio Machado, profesor en el Instituto, pero su recuerdo nos viene cuando, al tomar el tren, la estación se llama Guiomar, su amor romántico y poético:
No sabía
Si era un limón amarillo
Lo que tu mano tenía.
o el hilo de un claro día,
Guiomar, en dorado ovillo
A lo mejor, por todas estas circunstancias, al margen de las tácticas y de las ausencias de lesionados, el partido no pasó del empate agridulce, usando el término más común en estos casos. Mi propósito es, pues, inyectar optimismo al equipo, a los jugadores y cuerpo técnico ante el futuro. El más inmediato, con la Cultural Leonesa, otro equipo de la Comunidad. ¡Aúpa, Segoviana!
