No resulta fácil hacer la crónica de un concierto de Los Chichos sin recurrir a tópicos, lugares comunes y clichés que hablen de rumba social, o canciones que marcaron la adolescencia de algunas generaciones de españoles. Hace cinco años, en el mismo lugar que en la noche del sábado, el trío llenaba la sala con una propuesta sencilla, sin otra pretensión que divertirse y hacer disfrutar a su público fiel. Con los mismos parámetros, Los Chichos volvieron a Segovia con el mismo objetivo; y a tenor del entusiasmo popular demostrado durante la actuación, con idéntico resultado.
No hay secretos para entender la música de Los Chichos. Ellos pertenecen a una época en la que las listas de éxitos siempre contenían un par de canciones de ellos, con mensajes directos y sin lugar a dudas. Las letras cuentan historias de pasiones al límite, amores despechados y no correspondidos, libertad, drogas… que en la década de los 80 retrataban fielmente una sociedad en aquella época convulsa y en plena ebullición. Sus canciones pueden sonar un poco anacrónicas, pero “La Zarzamora” o “Torre de Arena” fueron escritas hace mucho más tiempo y no han perdido ni un ápice de su carácter de monumentos de la música española. Hoy, no se entendería la importancia de grupos como Camela —dignísimos herederos del espíritu de Los Chichos— o Estopa o de evoluciones espurias como El Barrio, El Arrebato o el “coach” Melendi, sin la semilla que Chichos o Chunguitos plantaron en su día.
Con sonido pregrabado y con el único apoyo de una modesta percusión, Los Chichos ofrecieron 80 minutos de un espectáculo en constante comunión con el público, al que dejaron en muchas ocasiones llevar el concierto con el sonido de sus voces en cada canción. Entre tema y tema, su diálogo con el público fue cercano, con una espontaneidad tan cercana como disparatada a veces. De hecho, sus análisis de la actualidad merecerían capítulo aparte; y el mejor ejemplo es su homenaje a los niños maltratados en la canción “Calla chiquitín”, donde pidieron que a los acosadores infantiles “les arrancaran la cabeza 17 veces”.
Pero la música es lo verdaderamente importante, y aunque en formato enlatado, respondió a las expectativas; teniendo en cuenta que el nivel de exigencia no era especialmente elevado. Para resumir, aquella frase que atribuyen al cronista norteamericano que analizó la primera actuación de Lola Flores en América: “Canta mal, baila peor. No dejen de verla”. Extrapolen la afirmación y aplíquenla si así lo estiman oportuno a uno de los mitos de la música popular española.
