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De la intersección al conjunto vacío

por Santiago Sanz Sanz
21 de abril de 2024
en Tribuna
SANTIAGO SANZ
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Pasear por la zona de ‘los Zuloagas’ es sinónimo de disfrutar de uno de esos espacios tranquilos de nuestra ciudad que se presta al goce visual y a cierta dispersión del pensamiento de la mano del pasado. En mi caso, el recuerdo me lleva a la UNED, a algunas asignaturas de ‘sociología’ y curiosamente, a las matemáticas modernas de ‘la teoría de conjuntos. Las mismas que al principio, frente a las sumas y las restas de toda la vida, no parecían tener mucho de utilidad y más allá de lo novedoso y el rechinar de los trazos de tiza en ‘el encerado’, no se le veía mucho sentido práctico. Sin embargo, gracias a la didáctica brillante y a la enorme paciencia del mejor profesor de matemáticas de la universidad a distancia, una chispa de lógica nos iluminó alguna que otra vereda por los bastos recorridos de aquel laberinto abstracto…

Continuando con mi paseo, todos esos pensamientos me van generando asociaciones igualmente abstractas o quizás disparatadas (qué no lo es hoy en día) al respecto de que siempre ha existido una necesidad imperiosa en el ser humano, de establecer algún tipo de orden que le permitiese comprender y manejar su entorno clasificando cada uno de los elementos (fundamentalmente personas) y ordenarlos en conjuntos en función de sus propiedades y de las posibles relaciones que se pudiesen establecer entre ellos. Sin embargo, viendo el contexto social al que hemos llegado y como consecuencia de este electoralismo perpetuo, puede que estemos dando la impresión de tener poca capacidad de hacerlo o quizás se nos perciba carentes de ese criterio. El caso es que desde hace un tiempo, probablemente considerando que lo de analizar todos y cada uno de los elementos, al común, nos debe suponer un desmesurado esfuerzo, ‘el poder’ ha decidido simplificárnoslo, llevándolo todo al ámbito de lo político para que, una vez allí y siempre desde su perspectiva, poder dividirnos en dos conjuntos básicos de malos y de buenos. Observen si no, nuestro entorno más cercano, donde la crispación, las campañas de desprestigio y la descalificación buscan, como mínimo, desacreditar al contrario. Vean si no, cómo se levantan muros insalvables con mensajes divisorios como el que nos han planteado con ‘la fachosfera’ por un lado y ‘el frente progresista’ por el otro costado. Una dualidad ‘de conjuntos’ estancos poco útiles para la sociedad pero muy aplaudidos por el oportunismo de cazo, siempre ávido de estatus, pompa y boato.

Un escenario inventado donde a uno de los conjuntos el epíteto de ‘progreso’, se le cae de un plumazo viendo a sus elementos apuntalarse una y otra vez, en los nacionalismos supremacistas más rancios. Eso, en el mejor de los casos. Los mismos que, ahora, en plena campaña electoral, fingen estar ‘encarados’ después de años de blanqueo sistemático, dando satisfacción a todos sus apaños que culminen sus acuerdos para desmantelar del Estado. Ya sabemos que ante una generalizada mengua del criterio, luego nos crecen los engaños.
En definitiva, una configuración de conjuntos simple y falaz, muy distinta a la relativa normalidad de un pasado cercano, donde la ideología o la pertenencia a un ‘conjunto universal’, no se esculpía a base de filtros de moralina ni a costa de ingentes cantidades públicas de gasto. Cuando las mayores cotas de libertad y de progreso, se alcanzaban en la ‘intersección’ de los diferentes conjuntos, especialmente en el ámbito político, con esa confluencia ocupada por los elementos sin sesgo y libres de prejuicios, con un peso capaz de facilitar la concordia y la gobernabilidad del Reino. Unos tiempos en los que, la voluntad de acordar y el interés común nos alejaban definitivamente de la estanqueidad actual, propiciando ‘el producto cartesiano’ de la convivencia. Tiempos, en los que las matemáticas modernas nunca plasmarían un esquema de control social al servicio de una determinada agenda o las instituciones, siempre independientes, mantenían su credibilidad gracias al desempeño de sus cometidos desde la más estricta ‘neutralidad’. Un requisito este, capaz de regular y evitar el uso discrecional de los recursos o la claudicación política de dichas instituciones, evitando con ello, la instauración de un hipotético poder desmedido al estilo caribeño. Ya saben, un poder de esos que nunca admitiría un discurso crítico o que, desde un velado despotismo, pudiese convertir a la oposición en un intrascendente ‘conjunto vacío’.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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