Uno de los espacios que más ha pasado desapercibido en la zona de los Jardines del Real Sitio, es sin duda el Juego del Mallo, eclipsado en un mar de fuentes, árboles e historia, aún en día aguanta, el que es sin duda uno de los primeros espacios deportivos del país, y único campo de este tradicional deporte que se conserva en toda Europa.
El juego del Mallo fue traído a La Granja por el rey Felipe V, gran amante de este deporte, probable precursor del golf y el croquet, y al cual la leyenda popular dice que nunca le gustó perder, al parecer, tampoco le dejaban.
Consistía en pasar la bola por una serie de arcos, golpeándola con una maza, por lo que también era conocido popularmente como el Juego de la Maza, con el objetivo de llegar al arco final en el menor número de golpes.
En cuanto al número de participantes, se reunían hasta ocho, que podían jugar de manera individual o en dos equipos de cuatro.
Dentro del propio juego se daban dos situaciones muy interesantes, el enroque, que era cuando la bola golpeaba la esfera de otro contrincante, y que a su vez provocaba otra situación, el croqueo, que era un golpe extra, teniendo la bola en contacto con la del contrincante y sujetando esta última con el pie para no moverla.
Como comentaba anteriormente, La Granja, no solo cuenta con el último espacio dedicado para este deporte, sino que además, conserva el lugar desde donde se realizaba el comienzo de la partida, un muro curvo que permitía a los jugadores colocarse en la recta final, y el arco por el que había que pasar para ganar la partida, aún situado en el campo. También las mazas y bolas, que se guardan en los almacenes del palacio.
Uno de los múltiples tesoros que encontramos en los muros del Real Sitio, y que lo convierten, si cabe, en un lugar aún más especial.
