Soy católico, jesuita y estudio para sacerdote, pero además me gradué en Historia del Arte y Humanidades. Lo digo, porque mi fe me da la seguridad de que Jesucristo, con su resurrección, venció al mal: al demonio. Con todo, no soy ingenuo; la experiencia de la vida (como a todo el mundo), me hace ver que en nuestro mundo existe el mal y se manifiesta en la violencia, el egoísmo, la corrupción, los abusos y tantas otras realidades. Todo esto, no es un descubrimiento personal, sino que ha sido realidad constatada por los cristianos desde antiguo. Por ello, la Historia del Arte está llena de imágenes de San Miguel venciendo a Satanás (como recuerdo de que el mal no tiene la última palabra en este mundo) y de otras tallas y pinturas del demonio (como las gárgolas de las catedrales, los canecillos románicos etc.) que tenían la función de advertir a los cristianos de que el mal estaba muy cerca de ellos, tentándoles para que no vivieran conforme a las enseñanzas de Jesús.
En nuestra sociedad contemporánea hemos decidido desterrar todo lo que tenga que ver con el mal y la tentación. Y así, a veces parece que creamos que todos (incluso nosotros mismos) somos buenos y no tenemos tentaciones. Sin embargo, una mirada a nuestro alrededor y a nuestra propia vida, nos hace ver que en nuestro mundo la maldad sigue entremezclada con la bondad. Quizá por ello, la imagen de un diablillo ha organizado semejante revuelo en nuestra sociedad. Puesto que, para unos supone una banalización e incluso una falta de respeto a su fe, y para otros es una manera de pasar página ante un pasado en el que la religión lo inundaba todo.
Como religioso, tengo que decir que la imagen del diablillo no ofende a mi fe (aunque con ello no excluyo que pueda ofender a la de otras personas). Sin embargo, como hijo de una ciudad Patrimonio de la Humanidad y como historiador del arte, me parece que este diablillo no es apropiado para Segovia. En primer lugar, porque, personalmente creo que se trata de una escultura grotesca, fea y algo obscena, que no encaja con el conjunto monumental de la ciudad. En segundo lugar, porque creo que no sigue la Leyenda del Acueducto. No porque en ella la vencedora sea la moza segoviana (ayudada por la Virgen de la Fuencisla), sino porque en la estatua, el diablillo aparece sosteniendo con unas tenazas el sillar que no le dio tiempo a colocar, cuando el relato popular nos ha transmitido que el demonio colocó las piedras con sus dedos, dejando así su marca personal en los agujeros de los sillares. Y, en tercer lugar, porque creo que la nueva estatua no acaba de cumplir su objetivo de acercar a turistas al Barrio de los Caballeros de nuestra ciudad.
Y lo digo porque creo que, a la hora de atraer turistas se debe, ante todo, decidir cuáles son aquellos monumentos que deberían ponerse en valor porque son desconocidos y también qué tipo de turismo es el que queremos atraer. Pienso que habría muchas ciudades que, sólo con tener la Iglesia de San Juan de los Caballeros, el Seminario Conciliar, el Palacio del Conde Cheste o el de Quintanar, habrían elaborado un plan de visitas turísticas que los incluyeran, apostado por que estos monumentos estuvieran abiertos, restaurado sus bienes etc. Sin embargo, en Segovia nos contentamos con hacer unas visitas turísticas que no salen de las calles Real, Marqués del Arco y Daoiz. Solemos decir que, tenemos muchos monumentos y es difícil atraer a los turistas hacia todos. Pero, quien haya visitado ciudades como Toledo o Sevilla (por poner dos ejemplos paradigmáticos) se dará cuenta de que nuestro argumento no es más que una excusa barata.
Por otro lado, está el tipo de turista que queremos atraer o la información que sobre nuestra ciudad les queremos dar. En este sentido, creo que el diablillo busca un tipo de turismo bastante superficial. El que conforman aquellos que van de ciudad en ciudad a toda prisa, con el móvil en la mano, haciéndose selfies en todos los monumentos, sin buscar profundizar en la historia y en el arte de aquello que están viendo. Este tipo de turismo vendrá sin ser llamado y sin duda que a partir de ahora subirá la Cuesta de San Juan y se hará una foto con el diablillo. Pero, desengañémonos, la mayoría de sus integrantes volverá a bajar por donde ha subido, mirando a su móvil, enviando a sus amigos y conocidos la foto que se acaba de hacer.
Por todo ello, creo que Segovia puede aspirar a más que a un diablillo atrapaselfies y todas las polémicas que éste ha generado en torno a sí. Como ciudad bimilenaria, llena de Historia y Patrimonio de la Humanidad podemos buscar atraer a turistas poniendo en valor todo lo que tenemos y no por medio de un nuevo monumentillo carente de la belleza de nuestro patrimonio histórico y artístico.
