La 232 Tertulia Taurina de Segovia cumplió su cometido de una manera aún más profunda, emanada de sentimientos humanos y taurinos sobre un ayer y un hoy, nexos de evocaciones en torno a la figura de Andrés Hernando, figura que fue del toreo a impulsos de momentos mágicos por sus éxitos y por la expectación e ilusión desatadas en la afición segoviana. De novillero y de matador de toros acaparó la atención permanente del colectivo. Ya retirado, sostuvo vénculos afectivos y profesionales en los campos de la ganadería de bravo, los festivales APADEFIM y la becerrada de los camareros de Segovia.
“Son recuerdos que permanecen files y profundos en mi memoria, muchos de los cuales fluyen continuamente para satisfacción y orgullo propio. A mí me costó entrar en el ánimo e ilusión de los segovianos, que conste. Luego, la verdad, es que esas sensaciones vinieron rápidas y ya permanecieron de forma constante. Estoy muy agradecido a los aficionados segovianos de todos los tiempos. Tuve hasta mi propia peña taurina en Segovia. Naturalmente, el recuerdo más profundo por lo emotivo y trascendente se basa en el 1 de julio de 1962, día en que tomé la alternativa aquí en Segovia. Algunas veces he hablado con Victoriano Valencia y El Viti, mis compañeros de cartel y padrino y testigo de ceremonia, los cuales de siempre me han profesado un cariño muy sincero. Han pasado cincuenta años de aquella hermosa tarde segoviana y treinta y seis del día 5 de octubre de 1974 cuando me corté la coleta en la misma plaza”, recuerda el maestro.
“Ahora, -continúa- cuando se cumple ese cincuenta aniversario de alternativa, quiero expresar mis sentimientos de afecto y gratitud hacia tantas personas que me dieron su aliento y ánimos constantes. En mi época de matador de toros, década de los años sesenta, había una treintena de toreros de muy alta consideración. Cito a algunos: Curro Romero, El Cordobés, Camino, Puerta, El Viti, Dominguín, Ordoñez, Dámaso Gómez…. sobre el indulto en Barcelona del toro «Potrico» de Pablo Romero, tuve que salir airoso a base de entender al toro trs algunas dudas. Dámaso Gómez y Limeño habían logrado cortar orejas y yo tenía el compromiso de al menos iguales el bagaje. Le entendí por el pitón izquierdo y con quince o diez y seis muletazos, el público entregado no cesó de aplaudir. Hubo un gesto, la gente comenzó a pedir el indulto y yo encantado, pues andaba regular con la espada, ví el cielo abierto y de esa manera aunque de forma simbólica le corté las orejas y el rabo a «Potrico».
Luchas, vencer y vivir “Tengo recuerdos muy emotivos e importantes de varias plazas. Para mí, las tres fundamentales en mi carrera fueron Sevilla, Lima y México. Naturalmente, no, olvido Madrid con las salidas en hombros, especialmente en la corrida de Beneficencia con El Cordobés televisada para todo el mundo. También los triunfos grandes de Pamplona, trofeo Manolete, de Linares, confirmación de alternativa en Bogotá, el rabo de la México, triunfador de la feria de Valencia…. Mi lema ha sido: » Luchar, vencer y vivir».
“El toro ahora tiene más volumen, antes era más atractivo. Las plazas se llenaban más facilmente que ahora y aunque el actual escalafón de matadores de toros es muy amplio, no existe el número de figuras que en mi época. Yo, como ganadero, he reducido la vacada y dedico más a añojos y erales que a utreros y nada a cuatreños. Afortunadamente vendo todo para becerradas y novilladas sin caballos y ello me produce satisfacción y me permite pasar la mayor parte del año en mi finca abulense de «Peñatella». Mi familia y mi ganadería me resultan gratificantes y me compensan suficientemente”, afirma con rotundidad.
Se guardó un minuto de silencio en memoria del empresario taurino segoviano Gustavo Postigo. Acompañaron al invitado, su esposa Sonsoles Aboín, su hijo Gonzalo, su sobrino Enrique Aboín y unos amigos. Presenten en la tertulia, entre otros, María Rosa Suárez Zuloaga, Manolo Lozano y Emilio de Frutos. María Rosa hizo una alusión al mundo taurino del que dijo estar plenamente identificada por nexos familiares, considerando a su insigne abuelo, el pintor Ignacio Zuloaga como precursos de valores toreros, ya que el mismo actuó en diversos festivales anunciándose en los carteles con el apelativo de «El pintor». Hizo entrega a Andrés Hernando de un bonito presente, una medalla acuñada de una moneda de El Vaticano sobre un motivo de Sorrentino. Una cara del castillo de Pedraza y la otra con la esfinge de Ignacio Zuloaga.
Se brindó con cava, obsequio del aficionado y contertulio Mariano Pascual. El óleo de Lope Tablada causó impacto por su logrado simbolismo, un muletazo del maestro Andrés Hernando vestido de celeste y oro.
