El próximo día 25 de junio entra en vigor en España la ley de la Eutanasia, aprobada por el pleno del Congreso de los Diputados el 18 de marzo de 2021. Se insistirá por los partidos políticos que la han aprobado y por muchos medios de comunicación, que es una medida progresista y compasiva, que ayudará a que las personas que la soliciten tengan una muerte digna.
El Comité de Bioética de España afirmó cuando se aprobó en el Parlamento: “Legalizar la eutanasia y/o auxilio al suicidio supone iniciar un camino de desvalor de la protección de la vida humana cuyas fronteras son harto difíciles de prever, como la experiencia de nuestro entorno nos muestra”. Y que “la eutanasia y/o auxilio al suicidio no son signos de progreso sino un retroceso de la civilización, ya que en un contexto en que el valor de la vida humana con frecuencia se condiciona a criterios de utilidad social, interés económico, responsabilidades familiares y cargas o gasto público, la legalización de la muerte temprana agregaría un nuevo conjunto de problemas”, que ya están aquí, una vez que entre en vigor esta ley.
«La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza». (Papa Francisco)
La entrada en vigor de esta Ley “es especialmente grave, pues instaura una ruptura moral; un cambio en los fines del Estado: de defender la vida a ser responsable de la muerte infligida; y también de la profesión médica, «llamada en lo posible a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar, y nunca a provocar intencionadamente la muerte». Es una propuesta que hace juego con la visión antropológica y cultural de los sistemas de poder dominantes en el mundo”. (Conferencia episcopal española)
La alternativa a la Eutanasia es la promoción de los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor y al acompañamiento integral, por tanto también espiritual, a los enfermos y a sus familias.
“Cuidar en la fase final de la vida implica tranquilizar, aunque no por medio de grandes discursos, sino más bien acudiendo a palabras breves y entrañables, así como a la comunicación no verbal: sostener la mano, enjugar la frente, dar un beso… pequeños gestos reconfortantes que permiten expresar el calor humano allí donde la frialdad de la muerte comienza a ganar terrenos. Es tiempo de agradecer aquello que la persona nos ha ido regalando a lo largo de la vida y de recordar con gratitud los momentos de felicidad que hemos disfrutado juntos. Cuidar es proponer el consuelo espiritual que la persona desea de acuerdo con su propia historia y no aquel que el acompañante decide que es mejor o más conveniente. El respeto infinito permitirá no franquear aquellos límites espirituales que el otro ha ido trazando durante toda su vida.
Una lectura creyente permite intuir que los cuidados ‘paliativos’ colocan a la persona “bajo palio” en un espacio de máxima protección y respeto. Cuidar es arrodillarse interiormente ante el misterio incomprensible del sufrimiento humano y tomar todas las precauciones necesarias para que la persona pueda vivir con dignidad hasta el final, más allá de su estado de consciencia”. (Margarita Saldaña en su libro ‘Cuidar, relato de un aventura’. PPC).
A la contra, “legalizar la eutanasia como un derecho es propio de una visión individualista y reduccionista del ser humano y de una libertad desvinculada de la responsabilidad. Se afirma una radical autonomía individual y, al mismo tiempo, se reclama una intervención “compasiva” de la sociedad a través de la medicina, originándose una incoherencia antropológica. Por un lado, se niega la dimensión social del ser humano, “diciendo mi vida es mía y sólo mía y me la puedo quitar” y, por otro lado, se pide que sea otro –la sociedad organizada– quien legitime la decisión o la sustituya y elimine el sufrimiento o el sinsentido, eliminando la vida”.
Para pensar seriamente en todo esto, si es que aún nos queda capacidad de asombro.
