El anuncio de dos corridas de toros extraordinarias, para el mes de junio en Cuéllar, ha puesto a nuestro pueblo en el candelero de la actualidad taurina. Después de un año en blanco, terrible para todos, en el infierno del luto por familiares y amigos, por la ausencia de vida social y la obediencia por imperativo legal, la vacunación nos acerca a un purgatorio intermedio, antes de alcanzar la normalidad de nuestro cielo.
La posibilidad de poder volver a la plaza de toros, un gran espacio al aire libre, resulta un buen revulsivo para abandonar los miedos que nos atan a las desgracias. Las epidemias de peste en 1599 o la más reciente de gripe en 1918, no fueron ningún obstáculo para que los toros estuvieran presentes en su cita anual en Cuéllar, incluso en la primera se dieron de forma extraordinaria, por San Roque, como rogativa para acabar con el mal y en octubre, de nuevo, como agradecimiento a su control.
Los toros llevan conviviendo con este pueblo tanto tiempo, que forman parte de lo cotidiano, pero con el poder de sacarnos de la tristeza, de extraer a flor de piel nuestro gen más libertario. La celebración de estas corridas de toros abre las ventanas a poder alcanzar nuestro cielo, los encierros en agosto. Para ello, no lo olvidemos, hay que seguir cuidándonos.
Francisco Salamanca
