No ha sido un año de amor, como reza la canción de Luz Casal, inmortalizada por Pedro Almodóvar y Miguel Bosé en “Tacones lejanos”, pero tampoco ha llegado a cumplir las bodas de madera, los cinco años de relación. En bodas de seda, cuatro años, mes arriba, mes abajo, se ha quedado el idilio de Ángel Corella con La Granja y con Segovia.
Tras muchos meses de conversaciones, Corella, primer bailarín del American Ballet, aterrizaba en Segovia a principios de 2008. En febrero, era el encargado de reinaugurar el Teatro Juan Bravo tras su profunda remodelación. Antes del verano, la compañía se instalaba en la nave de la carretera de La Granja en la que aún permanecen, a la espera de la rehabilitación definitiva del Palacio de Santa Cecilia, en el real Sitio, al que nunca han llegado a trasladarse.
Era julio de 2008 cuando el Corella Ballet se estrenaba en la que ya era su casa, La Granja. En las Noches Mágicas, la compañía actuaba ante cerca de un millar de personas, en una velada que muchos recordarán aún por lo accidentado, ya que descargó sobre la localidad una fuerte tormenta que hizo dudar que la actuación pudiese celebrarse. Finalmente, escampó a tiempo.
Desde entonces, el Corella Ballet no ha faltado ningún verano a su cita con las Noches Mágicas. Su última actuación fue en agosto del año pasado y, como cada año, contó con el respaldo del público y de una crítica que ha ido viendo crecer año a año a la compañía liderada por Corella.
En estos años, Corella ha dado muestras de cercanía y de cariño por su tierra de acogida. El bailarín aceptó el nombramiento de embajador de Segovia 2016, fue pregonero de las fiestas de La Granja y en 2009 recibía el Premio San Frutos de los periodistas segovianos por su buena disposición a atender a la prensa. Hace unos meses, en una entrevista digital concedida a EL ADELANTADO, dejaba un titular que lo dice todo: “Me resulta extraño que se anteponga la política al interés artístico de un país”.
