Natasha Zlatanova lleva más de seis años en España, antes estuvo cinco en Chipre. Es una trabajadora nata, una inmigrante, “acostumbrada” a estar lejos de los suyos —sus hijos y nietos viven en Bulgaria, de donde procede también ella—. Cuenta que al principio de trabajar en Segovia se hizo autónoma. “Me pagaba la Seguridad Social pero tuve que dejarlo porque no me compensaba”.
Estuvo trabajando para una residencia de ancianos y cuando la despidieron hizo un curso de auxiliar de geriatría, con una beca del programa Factor E. Cuenta que si tiene una vocación esa es la de cuidar de otras personas pero, de momento, hasta que la situación económica mejore, se conforma con trabajar a media jornada en un vivero de la provincia y dos días a la semana (cinco horas) como empleada de hogar para una familia una localidad próxima a la ciudad de Segovia.
Explica que debido a la crisis económica son muchas las familias que han vuelto a cuidar de sus mayores; “lo hacen ellos mismos, los hijos, las hijas” y cada vez más descartan su ingreso en residencias o la contratación de personas con formación especializada.
Pero está contenta — “por ahora estoy muy feliz”, confiesa— porque en sus dos empleos tiene contrato y cotiza a la Seguridad Social y, aunque reconoce que sus ingresos no son elevados, recalca que “nos estamos apañando”. En Segovia vive también su marido, trabajador del sector de la construción en paro.
La filosofía de Natasha es la de la solidaridad y el reparto del trabajo, como un derecho escaso al que todos deberían tener acceso. Comenta, por ejemplo, que ella podría buscar más casas para hacer trabajos domésticos e incluso hacerlo sin un contrato laboral y sin cotizar a la Seguridad Social pero, además de arriesgado, no le parece justo.
En su opinión sería preferible, dado la demanda de trabajo existente en el mercado laboral, que hubiera más contrataciones a tiempo parcial, de manera que así pudiera emplearse a más gente.
Esta inmigrante forma parte de quienes piensan que no la sociedad civil no puede quedarse de brazos cruzados esperando que sus gobiernos lo arreglen. “Tenemos que contribuir entre todos”, dice.
“Si la gente trabaja y lo hace bien yo creo que podremos salir adelante”, concluye.
