A veces, un concierto de rock se convierte en un viaje a través del tiempo en el que no es necesario tener un DeLorean para retroceder treinta años y recordar momentos de un pasado que ya no volverá, al menos en la misma manera que lo vivimos. En la noche del sábado, la Sala Beat Club hizo posible este «flashback» para las casi 100 personas que presenciaron la actuación de Glutamato Ye-Ye, uno de los míticos grupos españoles que abrió una nueva vía a la «movida» de los 80 junto a otras bandas como Derribos Arias con sus «hornadas irritantes».
Los Glutamato no fueron nunca una banda al uso. La peculiar estética de Iñaki, su cantante y líder carismático, unida a canciones que mezclan la emoción con el surrealismo envueltas en un magnífico pop-rock lleno de referencias pero con estilo propio les hizo granjearse casi tantos seguidores como detractores; circunstancia esta última que les impidió triunfar rotundamente en los circuitos comerciales.
Pese a ello, y aunque su carrera se prolongó poco más de una década, tuvieron tiempo para dejar para la historia algunas canciones energéticas y potentes como «Hey Tío» o «Que vamos pallá», dos himnos que invitan al optimismo y la autorreflexión; o bien otras claramente iconoclastas e incorrectas como «Todos los negritos tienen hambre y frío» o «Canta con nosotros», en las que ofrecen una vitriólica visión de la hipocresía social.
Treinta y dos años después de aquel ingenuo «Hay un hombre en mi nevera», Glutamato vuelve a los escenarios con una gira de conciertos en los que repasa su carrera discográfica y donde pretenden demostrar el porqué son venerados por muchos seguidores de esos que peinamos canas y creemos que otra música es (era)
posible.
Sobre el escenario, Iñaki (que ha cambiado su bigotillo por una larga melena) salta, grita y canta con el mismo estilo que cuando comenzaba su carrera, donde quizá sólo Ángel Altolaguirre -Ángel y las Guais- era capaz de llenar un escenario con la misma
fuerza.
Ante un público de entrada totalmente entregado, la banda comenzó de menos a más, superando ese tibio carácter de los segovianos para entregarse en la última parte del concierto a esa especie de catarsis que los recuerdos son capaces de hacer aflorar en el ánimo del público.
Pero Glutamato es algo más que un recuerdo. La banda se mantiene en muy buena forma, con un Patacho pletórico a la guitarra y arropada con una buena sección rítmica que evidenció estar perfectamente conjuntada y al servicio de la causa. Es posible que dentro de otros 30 años, otras bandas llenen el recuerdo de los que entonces serán cuarentones nostálgicos, pero seguramente no lo harán con la calidad de grupos como el liderado por Iñaky, donde la música y las ganas de decir cosas primaban siempre por encima de listas, clasificaciones y dividendos. A lo mejor es por que no existía Megaupload.
