A mediados del siglo XX, un nuevo y rompedor estilo musical surgía del corazón de Estados Unidos para poner la banda sonora de un nuevo cambio generacional que dio un vuelco total a la música popular como hasta entonces se entendía. Algunos locutores musicales americanos de la época bautizaron este estilo como «rock and roll» y hoy es imposible entender la música en ningún país sin recurrir a los clásicos desde Chuck Berry a Elvis, pasando por Eddie Cochran, Jerry Lee Lewis, Little Richards y otros grandes.
Todos ellos forman parte de la historia del rock por derecho propio, y el secreto de su éxito no era mostrar enormes escenarios llenos de luces y colores, ni espectáculos audiovisuales, sino la magia y el talento de su propia música.Eran otros tiempos…
No son muchos los grupos que han entendido que en el rock, el espectáculo es (debe ser) la música, y gracias a Dios, en la noche del viernes el patio del Torreón de Lozoya dio cabida a The Fabulous Boogie Boys, que puso un brillantísimo colofón a las Veladas de Música organizadas por la Obra Social de Caja Segovia.
Con una estética propia de la época, desde el minuto uno del concierto, esta veterana banda demostró ser una dignísima heredera del espíritu del rock, con un trepidante espectáculo donde no faltaron algunos de los clásicos como «Caldonia» «This old house» y otras grandes canciones que marcaron no sólo un hito, sino una forma de vida.
En el escenario, los músicos destilan no sólo un enorme talento, sino también una excelente química que dota a su actuación de un aire festivo que surge de forma espontánea y natural, sin alardes de cara a la galería. En un perfecto inglés, los músicos supieron hacerse entender e incluso hicieron reir al público con sus bromas, priorizando siempre la música a cualquier otra forma de lo que hoy erróneamente se conoce como «hacer espectáculo».
Pero no sólo de rock viven los Boogie Boys, y en las múltiples facetas de su concierto hubo lugar para el blues, el soul y el recuerdo para intérpretes como Louis Prima con canciones como «Oh, Mari» e interpretaciones en las que los vocalistas Clfford Michael Stanley Dawe III y Sarah Warren recordaron esas singulares interpretaciones que Prima y su esposa Keely Smith hacían mezclando un humor surrealista y con un punto irreverente que les hizo únicos en su estilo.
Fueron poco más de 90 minutos de actuación que concluyó con los acordes de «Johnny be Goode» para redondear una noche de diversión en la que el público tuvo que resistir la tentación de levantarse de sus asientos para agitar sus caderas a los compases del rock.
Si el destino -o el nuevo rumbo de Caja Segovia– lo permite, el próximo año el Torreón de Lozoya volverá a ser el pequeño reducto en el que se conservan las esencias de la buena música. Que así sea. Falta nos hace.
