España fue escenario principal de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y durante al menos un par de décadas fue objetivo número uno de sufrir un ataque nuclear por parte de la antigua URSS, según Rafael Moreno Izquierdo, autor del libro ‘La historia secreta de las bombas de Palomares’, ya a la venta con motivo del 50 aniversario del suceso.
Moreno ha investigado durante 20 años todos los datos relacionados con el accidente atómico del 17 de enero de 1966, cuando cuatro bombas termonucleares, 75 veces más destructivas que las de Hiroshima, cayeron en la pedanía almeriense de Palomares. Aunque las bombas no provocaron una explosión nuclear, dos de ellas se rompieron y contaminaron la zona, mientras que otra de ellas se hundió en el mar, lo que provocó una operación masiva de búsqueda y rescate en medio de la censura del régimen.
El autor explica en una entrevista con motivo de su libro que en el marco de las relaciones entre Estados Unidos y España en aquella época, España fue base, primero de aviones con material nuclear y, después, parte fundamental en la estrategia de vigilancia permanente por parte de Estados Unidos y de la URSS. En concreto, relata que según pudo investigar, Franco era “perfectamente conocedor” del riesgo y del uso que EEUU daba a las bases.
En concreto, asegura que Estados Unidos tenía tres rutas contra la URSS en los años 60, una por Canadá, otra por Alaska y otra por Europa a través de España y que en caso de tener que atacar al enemigo ruso, en España se realizarían los repostajes en vuelo de los aviones con armamento nuclear, a la ida por Zaragoza, y a la vuelta por Morón, Barajas y Torrejón.
“Según sus estimaciones, España sería atacada en una primera oleada en el caso de una confrontación de Estados Unidos y la URSS, pues aquí contaban con bases”, explica Moreno que afirma que cuando Franco aceptó las bases era “consciente” de que España se convertía en objetivo y, a partir de ahí, el espionaje soviético se instaló en España, posicionada ahora como una amenaza para los rusos.
Según sus investigaciones, en varias ocasiones, consciente del riesgo, el dictador pidió que se trasladaran las bases, pero al final cedió a la presión estadounidense y las dejó donde estaban porque no creyó que ese riesgo fuera a convertirse en una realidad.
De hecho, ha añadido que Estados Unidos le pidió que hiciera refugios antiatómicos y planes de evacuación, pero él nunca creyó que fuera a pasar. El primer refugio antinuclear en España se hizo en La Moncloa durante el Gobierno de Felipe González.
En este contexto histórico se enmarcó el accidente de Palomares, investigado por el periodista Rafael Moreno desde 1996, cuando solicitó información a los Archivos Nacionales de Estados Unidos y al Departamento de Energía de ese país. El autor comenzó a investigar en España en 2002 y su sorpresa llegó cuando en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas le explicaron que allí no tenían documentación y que esta la habían enviado “en algún momento” al Consejo de Seguridad Nuclear.
Así, se puso en contacto con el CSN y con el Archivo General de la Administración, para consultar todos los documentos sobre la cuestión. En la documentación para escribir el libro, también ha entrevistado a la exministra de Exteriores Trinidad Jiménez, entre otros, para “tratar de reconstruir la historia”.
Sin embargo, asegura que “a nadie le interesa clarificar todos los aspectos” y, a día de hoy, hay muchos elementos que siguen sin conocerse, aunque el hecho de que Estados Unidos y España hayan firmado recientemente un memorandum que reconoce que es necesario efectuar una segunda limpieza radiológica en la zona y que el Ejecutivo haya expropiado, comprado y vallado terrenos para evitar riesgos “confirma” que el problema “no ha terminado”.
En todo caso, a pesar de que el acuerdo no tiene fecha de ejecución, considera que se trata de “un compromiso importante” ya que los americanos se comprometen a llevarse y almacenar los residuos en su país, “sin que nadie aclare cuándo” y pese a que “España haya renunciado a limpiar la zona como se debía” ni hable de quién va a pagar la descontaminación.
Respecto al coste, destaca que EEUU pagó unas cantidades “relativamente pequeñas” de lo que representaba el coste humano y económico de la descontaminación y denuncia que, de hecho, desde 2010 ya no está pagando “nada”. “Nunca ha llegado a pagar más del 20 por ciento del coste”, apostilla Moreno.
La realidad, según el libro, es que “los detalles y consecuencias del accidente, uno de los más dramáticos de la Guerra Fría, han querido ser borrados o deformados hasta el extremo de haber desaparecido los archivos de la Junta de Energía Nuclear” porque en este caso hay “una enorme falta de transparencia y de interés”.
Este desinterés por clarificar lo sucedido parte del propio municipio de Palomares, que no quiere, según Moreno, seguir “estigmatizada” y “ poco desarrollada”.
