Como resultado de la calor que ha llegado sin avisar y sin cumplir los plazos previstos por las leyes naturales, he llegado a la conclusión de que la ‘sesera’ no funciona a pleno rendimiento y que, por ello, cuando me dispongo a juntar las letras pertinentes para que el ‘cocido’, -más o menos-, resulte atractivo, me encuentro con que mi Centro de Interpretación del Hemisferio Polar Izquierdo – único Centro interpretativo que nos faltaba en España; lo demás está todo cogido (1)-, no quiere enviar al derecho (hemisferio) lo que éste demanda. Debido a ello, es por lo que en estos momentos no puedo asegurar si es mejor –por ejemplo-, con cebolla o sin. Párese, piénselo. Pues puede que a usted también le suceda y se haya preguntado ¿qué me pasará? Yo ahí lo dejo.
En el supuesto que hayan leído lo anterior con atención -por más que ésta haya sido similar a un pobre interés bancario-, dado que hace unos días recogí cosecha; habiendo consultado al Polar Derecho –cuando aún funcionaba-, y existiendo cierto equilibrio entre el querer y el poder… ¡A lo que te voy!
Nuestra emigración
No se trata de confeccionar jeroglífico alguno. Que no. Simplemente lo hago para describir la emigración de ayer a hoy. No sé si sabrán, o conocerán, o se habrán enterado por terceras voces… la nota es del año 1898. Desde Segovia se solicitaron al Gobierno Civil, ente autorizado para autorizar, alrededor de cincuenta permisos para emigrar. La gran mayoría marchaban a Brasil. Lo hacían familias enteras. Buscaban, lo que, generalmente, la emigración busca: mejores medios de vida.
Al respecto, reproduzco el comentario publicado en el periódico ‘El Porvenir Segoviano’ de la época:
‘Aumenta de día en día la emigración a Brasil. Marchan familias enteras que, careciendo de recursos, buscan en su soñada ilusión, una fortuna pueril, creyendo en ofrecimientos de agentes de empresas de navegación que sólo miran el ingreso que pueden llevarles los ahorros de los infelices que conducen, muchas veces, y en muchos de ellos, a ser explotados con inaudita mala fe’.
Si quien esto leyere quiere aplicarlo, 130 años (y pico) después, a lo que ahora ocurre con las mafias de los que empujan a los que llegan- algunos no, mueren antes-, hasta nuestras costas, puede hacerlo. Por desgracia no se equivocará. La emigración continúa siendo un gravísimo problema, que nadie, nadie, trata como tal. Siempre prefieren que la solución sea ‘del otro’.

Los datos son verídicos
Hubo un tiempo, también ahora, pero mucho menos, en que la celebración de la Eucaristía (Santa Misa) se aplicaba por las intenciones de los bienhechores, bien de la iglesia (parroquias), y más en los conventos. En estos últimos, con mayor predicamento entre sus miembros, se fundaban capellanías (2). Los miembros de estas comunidades salían de sus conventos para predicar en iglesias locales (3). Desde lo alto de los púlpitos conseguían su propósito de dar a conocer la doctrina cristiana, y los fieles abandonaban los templos con el ardor propio que les llegaba de la sapiencia y trasmisión oral de los monjes.
A los efectos de comprensión más eficaz, los fieles encargaban misas –por ejemplo-, en los conventos. Y es ahí, en el Monasterio del Parral, donde llegó un momento que se hacía casi imposible ‘cumplir’ con todos los encargos. Así, siglo XVII, y a lo largo de un año, tuvieron que celebrar 3.757 misas (no hay error numérico) en El Parral para cubrir las peticiones de los que habitualmente pagaban. Lo hacían bien con moneda, gallinas (éstas eran importantes por los huevos, los fetén) o posesiones.
Esta situación comenzó a cambiar a principios del siglo XIX ¿Causa, motivo y razón? El número de encargos fue disminuyendo al no cobrar los conventos las rentas. Por lo que el número antes citado descendió a 790, tanto en número de capellanías como de aniversarios. Quedando suprimidas 2.921 (4). En el ‘Libro de Costumbres del Parral’, estuvieron anotadas las misas que la Comunidad tenía que celebrar.
Cierto también es, siguiendo con el tema, que a las parroquias de la ciudad acudían, principalmente los domingos y festivos, monjes Dominicos, cuya presencia reclamaban los feligreses y las propias Cofradías. El servicio de predicar se pagaba entre 12 y 14 reales. Cuando llegó la ocupación francesa, estos incendiaron el Convento de Santa Cruz y los Dominicos hubieron de cobijarse en la iglesia de San Román, intramuros de la ciudad. Poco a poco, las referidas costumbres se fueron perdiendo.
(Nota: a los de la ‘cofradía’ de monaguillos nos pagaban por ayudar a misa 25 céntimos (siglo XX). Los ‘convenios colectivos’ siempre tuvieron lagunas.)
La vida; los cambios
Acababa de entrar el siglo XX. No se habían consumido aún sus cuatro primeros días. La Policía Local informa a la alcaldía de las medidas que han tenido que tomar con un grupo de personas que se dedicaban a blasfemar en la calle. El alcalde impone 50 pesetas de multa a cada una de las seis personas. Estas se declaran insolventes y el alcalde ordena su ingreso en la prisión de la C/ Real ‘donde permanecerán –decía la orden-, hasta cumplir la condena correspondiente a la cantidad referida’. Qué cosas, Señor, qué cosas
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(1) Faltaba el Centro de Interpretación de la Mosca Cojonera. Mas, y sin poder asegurarlo, creo que se inauguró uno en Waterloo. Aceptaré que, de no ser así, me corrijan.
(2) Fundación en la que ciertos bienes quedan sujetos al cumplimiento de misas u otras cargas pías (RAE)
(3) En Segovia, Dominicos, Jerónimos, Agustinos y, en menor medida, Carmelitas…
(4) ‘Los monjes y frailes en la Ciudad de Segovia a finales del antiguo régimen. 1768-1834)’. Maximiliano Barrio. Grandísimo experto documentalista de archivos eclesiásticos; profesor de Historia Moderna en la UVA…
