Si algo destaca sobre manera, en la puesta en escena de Celestina infernal, la versión de la Celestina de Fernando de Rojas, con la que nos hipnotizaron el sábado pasado en el Teatro Juan Bravo la compañía Corsario de Valladolid, es la unidad de todos y cada uno de los elementos que intervienen en este artefacto teatral prodigiosamente trazado y mostrado. Desde las estupendas marionetas y su bien ejecutada manipulación, hasta el humo que se desparramaba a lo grande y con generosidad por el patio de butacas. Envolviendo a los espectadores nos sumió en un estado vaporoso. Nuestra atención quedó capturada segundo a segundo desde el principio hasta el final.
En el proceso de creación de este espectáculo, se nota que cada uno de los elementos dramáticos y escénicos corren parejos, se esperan unos a otros, se interpelan,avanzan, conviven y van engendrándose unos al lado de los otros, ninguno se queda atrás ni se adelanta. Estamos ante el trabajo de un equipo en el que cada uno concibe su quehacer junto al resto, para que el bordado resultante no sea un collage, sino un encaje labrado por un único hilo, cuyas hebras las conforma: las marionetas y su construcción con articulaciones igual que las humanas, su rostro y expresión, su movimiento, el espacio sonoro inquietante y amenazador, las luces sutiles muy dirigidas, las voces de los personajes muy bien interpretados.
Todo nos llevó hacia dónde este estupendo equipo de artistas e intérpretes quiso. Transportándonos, como si nos hubiesen montado en la misma escoba brujil, que por momentos flotaba en escena, y que se clava en el sexo de Melibea, a un mundo oscuro, mágico e infernal,gobernado por el diablo y su sirvienta: Celestina infernal. La que nos condujo al lugar dónde siempre es de noche.
El sexo, posee primero a la Celestina que se lo monta con un diablo capruno (marioneta impactante) con el que tiene trato. Sorprendente e impactante la escena en la que sale de la olla, transformada por la gracia del maligno en una Celestina de pecho y cuerpo joven y sexual, de carnes prietas que a ella misma excita. Antes, la hemos visto meter en la olla la cuerda robada al ahorcado del principio del espectáculo, para luego sacarla energizada y sexual y entregársela a Melibea, una vez que Calixto le compra sus servicios. La cuerda hechizada en manos de Melibea enciende y activa en ella el ansia de sexo. Una llama ardiente de deseo irresistible e irrefrenable atraviesa a la joven doncella. Un apetito de poseer y ser poseída sexualmente. Es Calixto, quien, a través de su criado, Sempronio, compra las mañas de Celestina para que su amo tenga una cita amorosa con Melibea. Pues el joven quedó locamente enamorado de ella cuando la ve por primera vez, una Melibea deshecha en lágrimas porque un pajarraco venido de los infiernos mata a su ardillita.
La cosa, o el diablo, están desde el principio. Al igual que la cuerda. En la primera escena, a modo de prólogo, vemos que la soga rodea el cuello del ahorcado y que Celestina roba. La cuerda que Celestina echa en la olla junto con otros potingues y que entrega a Melibea. La cuerda con la que Sempronio mata a Celestina al no recibir su parte del trato. Esa cuerda, hilo conductor, cordón umbilical que une el mundo del más allá, al diablo, con los personajes del aquí.
Todo el trabajo es un acierto. Bien por Jesús Peña, director del espectáculo. Bien por los intérpretes. Actores y manipuladores dan mucha gracia y son estupendos en la manipulación y en la interpretación. Bien al creador de la música y del espacio sonoro. Cabe señalar el acierto de introducir en esta versión el personaje de la nietecita. La que dará continuidad a la tarea de su abuela. La que llora ante su cadáver, mientras en una imagen sorprendente aparece el demonio: dos gigantescas manos rodean a la niña y nos muestra un rostro que llora. Ahí se han ablandado los creadores. Y es que la marioneta niña es irresistible.
Los títeres que maneja Corsario, y que miden 1,20 centímetros, cuya expresividad, manipulación y tamaño crean una sensación de seres humanos, lo logran partiendo de una técnica que Corsario ha ido depurando y estudiando del teatro bunraku, genero teatral japonés de marionetas, en las que cada una de ellas es manipulada por tres actores. Ellos han sabido adaptarla a sus necesidades expresivas y a lo que nos quieren contar, con maestría, rigor y gracia. Bien por su larga trayectoria como compañía, bien por sus premios teatrales entre los que se encuentra un Max. Os esperamos siempre.
Ficha técnica
- Autor y director:
Jesús Peña - Actores – manipuladores:
Olga Mansilla
Teresa Lázaro
Miguel Jerez
Alfonso Peña - Música original:
Juan Carlos Martín - Diseño de iluminación:
Xiqui Rodríguez - Diseño de sonido:
Xabi Sainz - Diseño y realización de títeres:
Teatro Corsario
