Aparecen en el campo, en las entradas de carreteras y caminos, en las lindes, en alguna vertiente, junto a la iglesia, son símbolos, son cruces, de piedra por lo general. Referencias perpetuas de recuerdos y efemérides surgidas en el tiempo y distribuidas por distintos lugares. Periodos, en los que el hombre, pasaba, con asueto y entrega, más horas en el campo, unido a la tierra, al sustento del trabajo agrícola y ganadero.
En el término municipal de Valseca se distribuyen varias cruces, como testimonios de diferentes accidentes acontecidos en el campo y otras también toman especial presencia en las inmediaciones del casco urbano, conformando símbolos de fe y tradición. De inicio, cuatro son las cruces de piedra caliza y de estructura idéntica, que marcan las bifurcaciones del casco urbano. En el camino de Segovia, se sitúa junto a la ermita de San Roque; en la carretera de Hontanares, próxima al nuevo cementerio; en la carretera de Segovia, junto al Caño, y en el camino de Los Huertos, junto al hoy camino de Santiago.
Una de las celebraciones y recorrido en procesión a las mismas, “son las rogativas que se celebran en primavera: la primera, el día de San Marcos(25 de abril, a la cruz de la carretera de Hontanares); y las otras tres, tienen lugar los tres días anteriores de la Ascensión, por el camino de Los Huertos, el de Segovia y el Caño”, explica el vecino E. Raúl Rincón. El único de los caminos del pueblo que no tiene cruz, es el camino de Carbonero de Ahusín, junto al que se encuentra la ermita del Humilladero, al entender ésta como “el punto de llegada de todas las rogativas”, según rezan las ordenanzas de la Cofradía de las Cinco Llagas(1584), si bien actualmente la salida y llegada de las rogativas se hacen desde y hasta la iglesia.
Siglos atrás, en el campo, tomaba especial simbología, colocar una cruz, en el lugar donde había acontecido un accidente mortal. Distribuidas por varios puntos del término, encontramos, en el camino de Los Huertos la única cruz metálica. Está dedicada al vecino, Pedro Luengo Benito, que según recoge su letrina, “falleció el 14 de octubre de 1898. RIP”. El fallecimiento debió suceder “tras volcar un carro, al descender la cuesta”, según el testimonio vecinal. La prolongación de este camino, nos lleva al cruce de Maletas, y el conocido Camino Real, allí se localizaba en origen una peana o cantón de caliza, junto al camino Real, con la inscripción: “Valseca de Boones 1247”, trasladada al municipio a finales de los noventa, al permanecer rodada, y con peligro de extinción. Una oquedad superior, nos predice que portaba una cruz que quizá pudiera ser metálica. El significado en origen, debió ser la antigua delimitación del término municipal, con el antiguo nombre completo del pueblo.
Una de las cruces que impresionaba, al estar colocado en un altozano de gran visibilidad, hasta que el pedestal, se partió, era la conocida como “Cruz del Justo”. Los restos y su peana, con inscripción, penden hoy, junto a una falla rocosa y un vertido de arcilla. Su testimonio dice: “Aquí murió Justo Herranz. Año de 1764”. El cruel destino, contemplado el desnivel del terreno, es de predecir que sucediera de otro accidente de carrocería. A una distancia cercana, en el lugar de El Subidero, junto a una linde, se asentaba “la Cruz del Rayo”, hoy desaparecida. Los vecinos de más edad, la recuerdan “años atrás de realizar la concentración parcelaria(1972)”.
Nuestros pasos se van hacia el Camino de Bernuy de Porreros, para contemplar una pequeña y vetusta cruz de piedra caliza situada en un lindazo junto al Berrocal. Corresponde al fallecimiento de Anselmo Herranz, que estaría ocasionado en las labores agrícolas sobre el vértice en el que remonta la parcela. La efigie no tiene ninguna inscripción. Si bien la propiedad del terreno, mantiene en la vieja escritura, la titularidad del finado, como bien nos hacía constar el vecino Aquilino Herranz. En esta zona del término, también hay otra referencia literal. En el libro de Teodoro García, “Valseca de Boones”, se detalla que “en 1767 se puso una cruz, que llaman de Pedro Pérez, en el camino Real de San Medel”, una custodia hoy desaparecida. Tampoco podemos dejar pasar, una cruz imaginaria, con nombre propio, denominada “la Cruz Blanca”, un paraje en donde confluyen los términos municipales de Valseca y el barrio segoviano de Zamarramala. Un cruce de cuatro caminos, con una panorámica espectacular, donde se nos presenta un plano horizontal del llano, la sierra y Segovia inundado por la inmensidad del paisaje.
Dejamos la dispersión de estas cruces de dolor entrañable, y volvemos al pueblo. Y no podía ser otro lugar qué en el interior del perímetro de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (1749), donde encontrar la cruz que enaltece, labrada en piedra de granito: es la Cruz de los Mozos. Las letras de su base, nos presentan la misma: “Esta cruz se hizo de la Ofrenda de los Mozos. Año de 1668”. Terminamos este pequeño memorial de historia en el tiempo en forma de cruz, a la entrada del atrio de la iglesia. La peana elevada en la tapia, en la que un día hubo una cruz de piedra caliza, inmortaliza el momento, “Aquí mataron a un hombre…”, aparece en letra románica en su quebrada roca, siendo imposible seguir la transcripción.
Siguiendo el pretil de la misma, vemos sucederse de forma discontinua varias cruces y otras peanas sin cruz, en todo el perímetro circular de la iglesia, corresponden a cruces y referencias del antiguo cementerio que se situaba junto al templo, que quedó clausurado en el año 1836. El último enterramiento tuvo lugar el 5 de mayo de 1836. Después el espacio, se utilizó para otros actos religiosos, y curiosamente en la base del pretil, se mantienen desde decenas de años, diferentes gráficos grabados en la piedra del juego de las Tres en Raya, toda una tradición en ese lugar para los niños de Valseca.
Son cruces y testigos de tradición, cultura y religión, que como nos recordaba Santa Teresa de Ávila, “en la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo”. Sin duda, un patrimonio de memoria e historia local, que se debiera preservar y proteger, pero que desgraciadamente el paso del tiempo va degradando.
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(*) Cronista Oficial de Valseca.
