El padre de Alberto Martín Baró (Valladolid, 1939) fue un insigne periodista, Francisco Javier Martín Abril, que inculcó a su vástago la pasión por la poesía. Leyendo el último libro de Martín Baró, “El cuaderno de El Espinar”, resulta fácil dudar si sus páginas son de poesía o de prosa. El límite es difuso. El propio autor reconoce que, en ocasiones, utiliza una vieja técnica aprendida por su padre, consistente en utilizar endecasílabos, uno detrás de otro, para componer sus prosas. “A veces, son casi poemas”, dice. En cualquier caso, sea poesía o prosa, la obra recién presentada resulta sumamente bella.
Dando continuidad a “El cuaderno de San Rafael” (2004), Martín Baró decidió escribir un diario de El Espinar, la mayoría de cuyos textos han sido ya publicados en EL ADELANTADO. “El cuaderno de El Espinar” es, pues, una recopilación de sus artículos referentes a un lugar del que se siente profundamente enamorado desde que pasara allí los veranos de su infancia, un lugar que, a su juicio, “ha perdido mucho de su encanto, aunque haya ganado en comodidades y servicios”. Lo dice con cierta nostalgia, aunque sin reprochar nada a nadie.
“El cuaderno de El Espinar” —en cuya edición han colaborado el Ayuntamiento de El Espinar, la editorial Europa Viva y Caja Segovia— es, en realidad, un retrato, subjetivo, de la vida cotidiana en la localidad, donde se complementan las palabras de Martín Baró y las imágenes realizadas por grandes fotógrafos (Pedro Merino, Mónica Riveiro y Javier Dorrego, principalmente).
En sus 112 páginas, el lector descubre cómo corre el tiempo El Espinar sin que casi nadie se de cuenta. Como una especie de guardián, Martín Baró ha apuntado en su cuaderno de bitácora que las cigüeñas siguen llegando o que los pajares tienden a desaparecer… Noticias que pasan desapercibidas para los periódicos o las televisiones pero que resultan fundamentales para entender el correr del tiempo.
La naturaleza es uno de los temas preferidos de Martín Baró. “Me emociona el campo que rodea El Espinar”, confiesa el autor. Su mirada amorosa al entorno es permanente en las páginas de “El cuaderno de El Espinar”. Pero en el libro hay mucho más. Se habla de gente de El Espinar, de sus gabarreros y dulzaineros, de su Banda de Música y hasta de los narradores orales que pasan cada año por el municipio. Gente, en general, que acaba dejando poso.
En definitiva, se habla de naturaleza y de personas, concluyendo los artículos con una reflexión ética o estética, siempre clara.