En su ambición por trascender a su tiempo, Cristiano Ronaldo pasó a un nuevo nivel: no solo está mejorando sus prestaciones sobre el campo, sino que también exhibe una actitud renovada y decididamente más empática con sus compañeros.
«íCristiano, Cristiano, Cristiano!», gritaron las decenas de hinchas blancos que acudieron en la gélida madrugada al aeropuerto de Barcelona tras el ‘doblete’ del portugués. El luso alzó la mirada y puso la mejor de sus sonrisas.
Es un gesto anecdótico que ahora parece hasta normal, pero, durante mucho tiempo, el ‘crack’ se acostumbró a economizar cualquier detalle afectivo. Ya no.
El Real Madrid está asistiendo al advenimiento de un ‘nuevo’ Cristiano Ronaldo, y eso lo nota en cada viaje, porque cada vez son menos los insultos que recibe el portugués en las visitas.
Mientras, surgen los comentarios entre los analistas para intentar saber quién está aconsejando bien al futbolista y se indaga sobre quiénes son sus mejores amigos en el vestuario. Por ejemplo, parece que últimamente ha estrechado mucho sus relaciones con Sergio Ramos, un jugador que, sin duda, conoce cómo debe actuar un futbolista para ganar el aprecio de su hinchada.
Y en el campo se ve también otro Cristiano, mejorado en varios aspectos. Así, se comprobó el pasado martes en el Camp Nou, donde el de Madeira dio un recital para acaparar todos los titulares.
‘CR7’ marcó por sexta ocasión consecutiva en sus visitas al Camp Nou, lo que termina por derribar aquel viejo mito cultivado hace años, cuando algunos sectores le acusaban de ser un futbolista escondido en las citas importantes.
Tanto es así que se ha recuperado un viejo debate que parecía cerrado tras ganar Leo Messi su cuarto Balón de Oro consecutivo: ¿Quién es ahora el mejor jugador del mundo?
«La bandera blanca ondea en el Camp Nou de la mano de Cristiano, hoy emperador del fútbol, látigo de un Barça desfigurado, destronado de la Copa», opinó el diario El País.
Y buena parte de esa corriente favorable hacia el portugués también tiene que ver con su comportamiento, en el que poco a poco se van limpiando actitudes próximas al divismo. Por ejemplo, cuando marcó el segundo tanto pidió a sus compañeros que se reunieran con él para festejar todos juntos. Algo inimaginable hace solo unos meses, cuando buscaba su mejor pose en solitario ante los fotógrafos.
Con Messi más opacado, el Real Madrid disfruta del jugador del momento, no sin sudores fríos por la posibilidad de que deje el club dentro de unos meses, ya que la ampliación de contrato no llega.
Pero, al margen de Cristiano, el equipo ‘merengue’ también ha dado un salto de calidad. Resultaba difícil imaginarlo hace solo dos semanas, pero bastaron 90 minutos para que resurgiera de sus cenizas y traspasara la depresión a un Barcelona, que ahora vive su momento de mayor desconcierto en cuatro años y medio.
Un clásico es mucho más que un partido. El Real Madrid no solo ganó 3-1 en el Camp Nou y se clasificó para la final de la Copa del Rey, sino que reforzó su confianza hasta extremos próximos al infinito. Todo lo contrario que su rival.
La capital amaneció ayer vestida de blanco por la nieve, toda una metáfora del sentimiento de orgullo que manifestaron los hinchas.
Hace dos semanas, el conjunto que dirige José Mourinho se situaba frente al abismo al ver cómo en unos pocos días se podía despedir de la temporada. Estando a 16 puntos del Barcelona en la Liga, la escuadra de Chamartín se angustiaba con la posible eliminación temprana en la Copa del Rey y en la Champions.
Pero, solventado con total éxito el primer ‘match-ball’, ahora prepara la vuelta de los octavos de final contra el Manchester United «con el máximo nivel de confianza», como comentó Cristiano Ronaldo tras marcar los dos primeros tantos en la Ciudad Condal.
«Es el final de la pesadilla», añadió el ariete luso recordando la derrota de 5-0 en noviembre de 2012 en el Camp Nou.
Pesadillas que el rival azulgrana comienza a tener ante la idea de quedar eliminado el próximo 12 de marzo contra el Milan. Ni siquiera algo como la Liga -un premio decididamente mayor- parece crear ilusión en unos aficionados desconcertados con un equipo que parece estar cayéndose a trozos.
Así es el fútbol, una sucesión de estados de ánimo próximos a una montaña rusa. Hoy es el Real Madrid el que celebra, mientras el eterno rival se lame las heridas con cierta actitud de incomprensión, sobrepasado por los últimos acontecimientos.
